El caso del joven Jean Andrés Pumarol Fernández, acusado de asesinar a su vecina Yolanda Handal Abugabir, de 70 años, y herir a cinco personas más en un edificio del ensanche Naco reaviva el problema de la salud mental en el país y la necesidad de respuestas eficientes desde el Estado y las familias.
El descuido de la salud mental lleva a tragedias como la del joven Pumarol pero también a hechos tan nefastos como los feminicidios y los suicidios que no dan tregua en este país. Solo en el 2024, según la ONE, ocurrieron 651 suicidios en 2024, con un promedio mensual de 54 casos siendo este hecho una de las primeras causas de muertes a nivel mundial.
Los continuos casos de hombres que matan mujeres, familiares e hijos y luego se suicidan establecen una clara relación entre problemas problemas de salud mental y violencia de género.
En ese contexto, también vemos locuras colectivas como el caso reciente de Capotillo en el que los mismos vecinos de una comunidad tomaron la justicia en sus manos linchando a un haitiano que había asesinado a su pareja.
Hay una desatención alarmante para los problemas de salud mental no solo en nuestro país. La OPS plantea que el gasto público mediano en salud mental en toda la región es apenas un 2,0% del presupuesto de salud, y más del 60% de este dinero se destina a hospitales psiquiátricos.
Asimismo, OPS señala grandes brechas en el acceso a tratamientos por problemas de salud mental que, por ejemplo para la esquizofrenia en América Latina y el Caribe es de 56,9%, para la depresión de 73,9% y para el alcohol de 85,1%.
La salud mental también es un derecho de primer orden. Sin salud mental es imposible enfrentar los retos de la vida, desarrollarse y contribuir a la sociedad. Dalai Lama dice que “la mayor riqueza es la salud mental”. Proteger ese tesoro es una apuesta por el bienestar social y el progreso de todos.
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