De lo que no quiere hablarse

De lo que no quiere hablarse

De lo que no quiere hablarse

Mucho se ha comentado en los últimos meses sobre los mecanismos ideales para mejorar la dinámica institucional del Consejo Nacional de la Magistratura.

Se han propuesto múltiples recetas, la mayor parte de ellas tendentes a modificar los criterios de evaluación manejados por el Consejo.

Ya me he referido a las dificultades que estas propuestas entrañan, siendo la principal que, en su forma actual, son contrarias a la naturaleza política de ese órgano y su papel.

Sin embargo, casi nadie se refiere a la más obvia y lesiva de todas las faltas que afectan al Consejo: la presencia del procurador general de la República.

Por definición, este funcionario de libre nombramiento y remoción está imposibilitado de actuar en forma independiente frente al presidente, lo que crea un desequilibrio importante en el proceso deliberativo y las votaciones.

El problema es que referirse a ello implicaría, necesariamente, plantear una reforma constitucional, y el temor a la modificación al estatuto de la reelección supera todas las ganas de remozar casi cualquier institución del Estado.

Quizás tengan razón los que no quieren abrir la caja de Pandora, pero hemos de concordar en el cortoplacismode esa visión.

A la corta o a la larga, nuestra Carta Magna deberá ser modificada para corregir todos los entuertos que el tiempo ha hecho evidentes.

Y los entuertos son varios, no solo la membresía del procurador en el Consejo. Pero es este el que hoy nos ocupa y el que debería acaparar la atención pública.

La preocupación por el posible contenido de una reforma constitucional no debería impedir abordar el tema, incluso si es con vista a encontrarle una solución justo después de las elecciones.

No olvidemos que el Consejo se reunirá por lo menos una vez cada tres años para cambiar la tercera parte del Tribunal Constitucional, una vez cada cuatro años para designar a los miembros del Tribunal Superior Electoral y una vez cada siete años para evaluar a los miembros de la Suprema Corte de Justicia.

En cada una de estas ocasiones, la presencia del procurador se hará más pesada que en la anterior. Nunca será temprano para ir mirando cómo eliminar esa carga.



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