Cuando niño había talabarterías en San Juan. Hoy talleres de mecánica. Los caballos fueron desplazados por los vehículos, pero la gente se sigue moviendo. Hoy las librerías prácticamente se han extinguido, pero la gente sigue leyendo.
Lo que hace que un libro sea libro no es el papel, es el contenido. Hoy se lee en soporte digital y se compra en Amazon.
Desconocer esa realidad provoca una lenta agonía a nuestra Feria del Libro. Yo, leo más en digital que en papel, pero soy adicto a los libros de papel por manía. Para las próximas ferias:
Primero llevarla a los pasillos de los grandes centros comerciales, donde hay estacionamientos, aire acondicionado y llueve o venteé, se disfrutará la experiencia.
Estoy seguro que los dueños de los centros comerciales agradecerán esa propuesta porque inundaría sus plazas de potenciales clientes.
Segundo, integrar a las ferias de libros los soportes modernos, sobre todo las tablets y celulares. Además establecer lugares de impresión rápida para libros en alianza con Amazon o compañías semejantes locales.
Tercero.
El dinero que se ahorre no montando la feria en la Plaza de la Cultura y la economía generada al no montar los ridículos stands de los ministerios gubernamentales, usarlo en producir ediciones de libros digitales que se regalen a los estudiantes en base a concursos de dominio de los contenidos de ensayos, novelas, cuentos, ciencia, historia, etc. Cuarto.
Establecer una feria digital todo el año en una página web que motive a los lectores a acudir a ella.