Para Le Bon la era de las masas conduce tanto a la crisis de la soberanía como a la decadencia cultural. Ortega y Gasset sentía un malestar respecto al hombre-masa y vaticinaba la llegada de los regímenes totalitaristas y el ocaso de las democracias liberales.
Para Le Bon, el orden tradicional de dominio decaía, primando “la voz del pueblo”. Pero, este constituye para Ortega una masa superficial, conformista y que, consciente de su propia banalidad, reclama vigencia universal, destruye el talento y a quien piense distinto lo elimina, en la medida que adquiere poder, carece de proyectos, va a la deriva y no construye nada, aunque sus poderes sean enormes.
La rebelión de las masas diagnostica una época y no ofrece remedio para combatir el imperio de las masas, que Ortega ve materializado en las pretensiones fascistas y comunistas.
Este no fue un auténtico demócrata. Tampoco fue un antidemócrata. Su crítica de las masas está inspirada en el concepto nietzscheiano de una plebe vaga y estúpida que sólo responde a su instinto de rebaño.
A diferencia de la masa clásica, amorfa e incapaz de constituirse en fuerza motora del cambio, el enjambre digital (Chul Hang) consta de individuos aislados, carece de alma y de un nosotros.
Hoy nos embriagamos con el medio digital, sin valorar las consecuencias de esta embriaguez. El barullo, artificialidad, falsedad e hipercomunicación digital, que dan la sensación de poder, ahogan el poder ciudadano, pues la comunicación del poder, hace sólo percibir el ruido incoherente e impide formar un contrapoder.
Lo peor es que la mayoría que, debido a las multinacionales de la información y del cuasi monopolio de los medios, sobre todo en dictaduras pintadas de democracia y que ofrecen los mismos pensamientos y preferencias, transformando los modos de lo público, se siente que tiene un poder que, en los hechos, está en ma nos de los enemigos del poder popular.
He ahí la confusión de este enjambre digital con la masa uniforme, respetuosa de la diferencia, pero con propósitos de libertad y de promoción, respeto y defensa los derechos fundamentales, sin nubarrones mediáticos ni digitales, con el consecuente fortalecimiento del sistema democrático, necesario para enfrentar los cantos de sirena de regímenes pseudodemocráticos que, en nombre de la real democracia, la fulminan y tramposamente llegan al poder por un enjambre que cree que tiene poder.