De la isla y el Sínodo

De la isla y el Sínodo

De la isla y el Sínodo

David Álvarez Martín

La Iglesia Católica avanza, sin prisa, pero sin pausa, hacia la plenitud del Concilio Vaticano II. Ahora en octubre tendremos un Sínodo que tratará precisamente de la Sinodalidad y donde el 25% de los padres/madres conciliares no serán obispos y de ellos la mitad serán mujeres, con voz y voto. Es un buen comienzo, ya en el futuro veremos una composición más plena, donde más laicos y laicas, presbíteros y obispos estarán mejor representados.

La condición de bautizado gana fuerza para la toma de decisiones y en la conformación de un liderazgo más amplio y representativo de la diversidad de la comunidad eclesial, contrario al modelo todavía existente donde el clericalismo ha hecho tanto daño, y no solo entre los curas, sino también en muchos laicos que piensa la Iglesia como una logia bajo el mando de ministros ordenados.

Se leen insensateces como señalar que la falta de escogencia de un dominicano como cardenal activo, contrario al caso haitiano donde si existe uno, era una suerte de política vaticana semejante al hecho de que los Estados Unidos no nos ha asignado un embajador. Al menos me sirvió para reír un rato. La rancia xenofobia insular no llega ni a la isla Saona y algunos la suponen política internacional.

La Iglesia haitiana se desarrolló primero que la dominicana, y ya en la segunda mitad del siglo XIX tenía varias diócesis y un concordato, contrario al caso dominicano donde eso ocurrió al comenzar la segunda mitad del siglo XX. Imagino que a los nazionalistas dominicanos eso le dará agrura visceral.

La Iglesia dominicana (obispos, curas, religiosos y laicos) no está precisamente en la parte delantera de los cambios que ocurren con la Sinodalidad, no es culpa del todo nuestra como cuerpo, porque estamos formados por dominicanos y dominicanas, y arrastramos el atraso nuestro como sociedad en muchos órdenes. Y no solo estamos atrás con relación a Europa, también con América Latina.

Como está demostrado históricamente, la carta del 1960 se le debe mucho a Lino Zanini y la perspectiva de Juan XXIII sobre el sátrapa, si lo dejaban a nivel local no saldría ni un pellizco contra Trujillo. Lo que si fue muy local fue la campaña de muchos eclesiásticos y laicos en contra de la apertura democrática de Bosch hasta lograr el golpe de Estado, luego de eso todos estuvieron calladitos mientras el Triunvirato y el balaguerato robaba y mataba.

Repito, la Iglesia dominicana es parte del atraso de la sociedad dominicana en el orden cultural, de reconocimiento de derechos, de vulneración de la democracia y de un modelo económico rentista. Igual que el resto de los dominicanos muchos católicos (clérigos y laicos) buscan su salario en el gobierno y eso compromete lo que dicen y lo que no dicen. Dudo que ningún presidente se atreva a revisar el Concordato, más rápido ocurre que un Papa pida su anulación y renegociar uno, ya que ni la sociedad dominicana, ni la Iglesia, es la misma hoy día que cuando se firmó el que tenemos.

Sigo confiado en que el Espíritu Santo suscite voces proféticas en nuestro lar nativo que remueva mucha de la modorra espiritual que vivimos. No olvidemos que a San Romero de América lo hicieron arzobispo de San Salvador por ser un tipo conservador. ¡A lo mejor pasa algo!

Mientras tanto vamos camino de grandes cambios en la Iglesia a nivel universal y a nivel local cada comunidad, cada liderazgo lo irá implementando. Siempre evoco que fue Mons. Roque Adames el obispo dominicano que más en serio se tomó el Vaticano II y todos los cambios que implementó. Desde la integración de laicos hasta las preocupaciones ecológicas. Veremos cuál de los actuales asume los cambios que están a punto de florecer.

No soy pesimista, todo lo contrario, hay varios obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas, que desean en lo más profundo de su corazón que los frutos del Sínodo que comenzará en octubre comiencen a fructificar en nuestra isla. Les asiste cierto temor, lo entiendo, porque nos movemos en un ambiente social y eclesial muy conservador. Pero estemos claro, el miedo es lo más lejano que existe del Evangelio. “¡Ánimo!, no tengan miedo; soy yo” (Mt 14,22-33). Donde vean miedo o voces que atemorizan, no está Jesús.