La vida da lecciones y, más aún, la vida política. El apresamiento la semana pasada del último Procurador General de la República, bajo el gobierno del licenciado Danilo Medina, Dr. Jean Alan Rodríguez, junto a otros altos funcionarios y asesores de su gestión, incriminados con graves acusaciones, constituye un acontecimiento que ha llamado la atención a todo el país.
La República Dominicana ya había vivido situaciones en que expresidentes de la república, generales, líderes de bancas comerciales, habían sido apresados y recluidos en las cárceles. Pero, a decir verdad, son muchos, muchos más, los de altos estatus políticos, rangos militares y funciones financieras y comerciales, que debieron haber ocupado espacios carcelarios ya desde tiempos pasados. Pero quienes debieron instrumentalizarlo, o bien les faltó la independencia política, o bien les faltó coraje, vergüenza y responsabilidad (o todas esas condiciones a la vez).
Hoy hay que reconocer el cumplimiento de la palabra por parte del presidente Luis Abinader, en el sentido de asumir la independencia de la Procuraduría General de la República y del Ministerio Público. Y también hay que reconocer y celebrar el coraje, sentido de justicia y de responsabilidad de personas como los altos magistrados Miriam Germán, Yeni Berenice Reynoso y Wilson Camacho. Ellos han actuado con independencia, pausados para respetar el debido proceso, no respondiendo a intereses políticos partidarios, los cuáles inhabilitan para hacer justicia o únicamente sirven al propósito de la retaliación y la maldad.
A las mujeres y hombres de la Procuraduría y del Ministerio Público tenemos que apoyarlos, sumarles nuestras energías y voces, para reclamar que se les destinen a sus instancias los recursos necesarios para coadyuvar, sin limitaciones ni tardanzas, con sus roles para la viabilización de la justicia. Esto es fundamental para retornar la esperanza, a los que con razón han perdido toda credibilidad en nuestras instituciones.
Ya es hora de establecer un régimen de consecuencias. Es hora de romper con la idea y con la práctica de anteponer groseramente los intereses personales o de grupos por encima del interés público, creyéndose muchos de los funcionarios en el poder, en un momento determinado, personajes incuestionados e intocables. Es tiempo de romper con la idea y con la práctica de creer que los fondos del Estado son fuente para el incremento del patrimonio personal o familiar.
Es momento de higienizar, sin atropello alguno, a la sociedad dominicana y sus instituciones. Es hora de predicar a nuestra juventud con el ejemplo, mostrando que la política no es un ejercicio desprovisto de principios éticos-morales, no supone violar las leyes o normas establecidas, ni supone imponerse con violencia y fuerza; en fin, no implica hacer y deshacer cuando se controla el poder político.