El 14 de septiembre de 1963, justo 10 días antes del golpe de Estado, el periódico El Caribe, en su página 7, publicó una alocución de Juan Bosch donde indicaba que:
“Ciertos grupos dominicanos siguen creyendo que regar chismes es hacer política.” Contra Bosch, a lo largo de su vida, muchos fueron los chismes que se inventaron contra él y ninguno lo rozó por la integridad de su alma.
No así quienes los inventaron y propalaron, envilecidos por su actuación perversa.
Este juicio de Bosch puede aplicarse hasta el presente como si recién lo hubiese dicho. Movidos por apetitos descontrolados de poder y riqueza, políticos y comunicadores, funcionarios estatales y opinadores, propagan chismes contra hombres y mujeres íntegros porque les resultan un valladar para sus ambiciones malsanas.
El chismoso o chismosa por naturaleza es un ser vil, carente de valores, aunque se pinte de beato, u hombre o mujer honorable. Típico de la malformación pequeña burguesa de gran parte de la sociedad dominicana -como el mismo Bosch señaló- su pulsión al chisme lo define como actor social y político.
El que se deja llevar por chismes es débil en su capacidad de toma de decisiones y, deseándolo o no, termina enlodado por los chismosos que le hicieron actuar de tal o cual manera.
El chisme es una metástasis social que se difunde por los rasgos más débiles de las personas. Y es natural que quien hace caso a los chismes, más chismes le llevan, como forma de estimular su adicción.