El caos del tráfico de personas, drogas, armas, maderas y de todo tipo de mercancías por la frontera viene de lejos. El 22 de diciembre de 1958 los mortíferos dictadores Rafael Leónidas Trujillo y François Duvalier sostuvieron una reunión en Jimaní. Ambos firmaron una declaración conjunta en la que se comprometían a luchar contra “la infiltración comunista”.
La colaboración en materia de seguridad sería seguida por el sanguinario coronel Johnny Abbes, Director del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), y Clement Barbot, Jefe de la Policía Secreta de Duvalier, la banda asesina conocida como Tonton macoutes
Barbot y Abbes comenzaron pronto a recoger los frutos, facilitando a la República Dominicana jornaleros haitianos para la zafra azucarera, recibiendo millones de dólares de esa operación de tráfico humano.
Con las limitaciones de las vías de acceso y comunicaciones de la época, los paramilitares de ambos lados se convirtieron en una fuerza sin control, que extorsionaba, mataba, despojando sus habitantes de ganados y sus mejores tierras.
Más de 50 años han pasado y la situación en la frontera, salvo los asesinatos de ciudadanos inocentes sigue igual o peor. De este lado el Ejército vigila la línea limítrofe con Haití, pero sigue el tráfico de haitianos, cubanos, chinos y otras nacionalidades, así como todo tipo de sustancias y mercancías.
Con el tiempo, el viejo mito de que los guardias enviados a la frontera era una forma de castigo ha cambiado. Todo lo contrario. Ahora son puestos que se compran y se venden. Son feudos donde se benefician, sobre todo del tráfico de haitianos, desde Jefes del Ejército Nacional, encargados de zonas, hasta los rangos más bajos. Con todos sus puntos de chequeos, establecidos como peajes donde a todos les toca algo, en la frontera no se mueve una paja sin el control de la guardia o migración.
“Si un comerciante, -de manera legal o ilegal- intenta introducir dos libras de ajo a Dajabón, a los miembros del Ejército y a Migración les toca una”, me confesó un comerciante de la zona.
Con el desmonte de muchos ingenios azucareros, el trabajo de haitianos indocumentados se ha diversificado. Ahora son contratados por empresarios para labores agrícolas, así como por ingenieros, constructoras y el propio Estado dominicano. Negocios redondos con la condición humana del que muchos se benefician.
En definitiva, si tenemos muchos haitianos en el país, ¿quiénes les han cobrado para dejarlos pasar de manera ilegal?.
¿Han sido las organizaciones que defienden, que ya dentro del país se les dé un trato humanitario o la ineficacia de todos los gobiernos desde Trujillo hasta hoy?
Las respuestas a estas preguntas no son tan complejas.