Max Eastman y James Bergman, ex militantes de la izquierda del Green Village, defensores a ultranza del liberalismo norteamericano, de fervientes defensores del comunismo terminaron siendo despiadados intelectuales propulsores de la muerte del comunismo y de la potencial hegemonía política de las ideas liberales.
La conversión de Eastman y Bergman al capitalismo más conservador los sitúa entre los más connotados apóstatas arrepentidos, pues los regímenes comunistas han surgido en nombre de la liberación de la opresión y de la explotación capitalista; pero en el poder se convierten en regímenes caracterizados por el gran terror para sus poblaciones.
En nombre de la propia democracia tenemos hoy día regímenes verdaderamente autoritarios e híbridos -anocracias-, pocos con democracia plena y una cantidad apreciable con democracias imperfectas. Habría que ver si no caemos en ser creyentes herejes, que cínicamente nos decimos demócratas y ni lo somos ni nos hemos arrepentido del autoritarismo.
Gobiernos autoritarios en todas las regiones están trabajando juntos para consolidar el poder y acelerar sus ataques a la democracia y los derechos humanos, según el informe Libertad en el Mundo 2022 titulado La Expansión Global de los Gobiernos Autoritarios.
Los derechos políticos y libertades civiles han disminuido durante los últimos 16 años, lo que plantea la posibilidad de que la autocracia supere a la democracia como modelo de gobierno.
Los líderes autoritarios colaboran cada vez más entre sí para expandir nuevas formas de represión y rechazar la presión democrática. Basta mencionar los gobiernos ruso, chino y turco que han apoyado económicamente los regímenes de Maduro en Venezuela y de Ortega en Nicaragua, resistiéndose a sanciones impuestas a estos países, por elecciones amañadas y represión de la oposición.
¿Debemos ser firmes creyentes democráticos, por saber lo que son los regímenes dictatoriales y los daños que ocasionan a los derechos y libertades?, ¿Debemos ser promotores de autoritarismos en nombre de la preservación de la nacionalidad, de una paz comprada a fuerza de intercambios de disparos, de impedir la confrontación de las ideas?
¿Cuántos serían los devotos arrepentidos de haber trabajado para superar la dictadura, la violación a los derechos fundamentales, la desigualdad y la discriminación si el gobierno de la nación, en sus diversas instancias, no practica la democracia integral? No sumemos más cartujos herejes o monjes endrogados soñando con la libertad o apóstatas no arrepentidos. Necesitamos verdaderos y sinceros devotos de la democracia, en pensamiento y acción.