La sequía ha pasado a ser uno de los cinco temas de conversación favoritos del país, compitiendo con la regularización de extranjeros, la entrada de Pedro Martínez al Salón de la Fama, la reelección y la inseguridad ciudadana. Pero es, sin duda, el más grave y el que merece mayor atención.
Sin agua no hay vida. Y ya se puede contar por horas el tiempo que falta para que nos quedemos completamente secos y resecos en esta isla, porque no llueve y parece que no lloverá en los próximos meses.
Señores, ¡esto es muy serio¡ Mientras tanto la gente no parece atribuirle importancia al panorama que tenemos por delante y lo toma todo a juego, dejando el problema en manos de la Virgencita de la Altagracia, “que nunca nos ha fallado“.
Nuestros “campos de gloria“, como dice el Himno Nacional, no repiten “libertad, libertad, libertad“, sino que claman por “agua, agua, agua“. Entretanto, cada día crece la cantidad de fugas de agua que se desperdicia por malas conexiones en las ciudades y por indolencia de la ciudadanía.
Recuerdo que en ocasiones anteriores de sequía se bombardeaban las nubes con hielo seco para provocar artificialmente algunos chubascos. Ignoro si vale la pena intentarlo.
Lo cierto es que lo mejor que podemos hacer por el momento es ahorrar gota a gota el agua, para tratar de llegar, antes de empezar a morir, al día del primer aguacero o tormenta de importancia.
¿Dónde te has metido, San Isidro, el que trae el agua y quita el sol?