Durante el almuerzo navideño que cada año organiza el Grupo de Comunicaciones Corripio, en interés de reunir a los columnistas de los periódicos El Día, Hoy y El Nacional, el Doctor Rafael Molina Morillo, director del periódico El Día, nos decía que le agradaba la forma sencilla en que comunicábamos cosas complejas, porque según él, una cosa es escribir, y otra cosa es darse a entender, y que en nuestro caso lo escrito se entiende muy claramente.
Agradecemos inmensamente esos generosos criterios del Doctor Molina Morillo, aunque en realidad, lo que hacemos no es nuevo, ni especial, pues en la primera carta del apóstol Pablo a los corintios (Cap.14), escrita hace casi dos mil años, Pablo les decía lo siguiente:
«Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. Porque si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.
Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. Porque si bendices sólo con el espíritu, entonces el que ocupa el lugar de simple oyente ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias?, pues no sabe lo que has dicho. Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no ha entendido.
Doy gracias a Dios que hablo más lenguas (idiomas) que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.»
Evidentemente que casi dos mil años atrás el apóstol Pablo aconsejaba a los habitantes de la ciudad griega de Corinto que al hablar se dieran a entender, porque de nada vale hablar mucho si los demás no entienden lo que usted habla, y de nada vale escribir mucho si los demás no entienden lo que usted escribe, siendo ésta la causa por la cual la educación dominicana es tan deficiente, pues la mayoría de los profesores no se da a entender frente a sus alumnos; y era la causa por la cual en el pasado la gente que iba a la iglesia no entendía la misa, pues el sacerdote se pronunciaba en latín, y la gente no entendía el latín.
Y ese es uno de los grandes problemas de la comunicación en los diferentes lenguajes profesionales de hoy día, donde vemos a excelentes profesionales que abordan temas sumamente interesantes, pero lo hacen en su idioma profesional, empeñándose en hablar al más alto nivel posible, utilizando términos muy especializados y de uso exclusivo de los expertos en esa profesión, y por ello el pueblo les entiende muy poco, y a veces no les entiende absolutamente nada, con lo cual se desaprovecha una valiosa cátedra, que aunque es excelente, no se entiende, cuando lo ideal sería, tal y como escribía el apóstol Pablo a los corintios: «prefiero hablar cinco palabras con entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.»
Ojalá todos asumamos el mensaje del apóstol Pablo a los corintios, y al hablar y al escribir, siempre nos aseguremos de darnos a entender.