Los cambios que se vienen dando hace algún tiempo en la humanidad nos dan unas lecciones que parecemos niños en el pre escolar de tanto que nos repiten para fijarlas como conocimiento. Vemos a los seres queridos, incluidos amistades y familia, como muebles fijos y no como una conquista de cada día. Pensamos que siempre estarán para nosotros y ni nos preocupamos por saber sus gustos, dolores, temores.
La realidad nos ha colocado ante un suspiro, hoy más que nunca sabemos que se pueden esfumar en cualquier momento sin siquiera despedirnos.
Es un tiempo que ha servido para el que se da la tarea de hacer consciencia y reflexionar de reevaluar sus vínculos y saber quién sí y quién no, porque ya la excusa barata de «no tengo tiempo» es un cliché de mal gusto y no disfraza el desinterés.