Que tú hayas querido ascender al poder fue siempre tu derecho. Y que busques ahora mantenerte en él, es tu derecho post-reforma constitucional, y es, por tanto, algo totalmente razonable.
Que para mantenerte busques conservar la buena voluntad del jefe del barrio, es algo que también luce razonable.
Que te desentiendas de los atrevimientosy exabruptos incurridos por el jefe del barrio contra tu país, y que, como actor, al parecer en franco mutis, no contestes ninguno de los agravios recibidos, puede que sea en cierto grado razonable.
Que desoigas, también sin inmutarte, a los agentes del jefe del barrio que andan por el mundo despotricando, con apego a sus intereses, contra el país que tú presides, eso, aunque te concierna sin escapatoria, podría también tenérsete como algo todavía medianamente razonable.
Que, con tal de permanecer en la “gracia” del jefe del barrio, tú aceptes que un delegado de este entre y salga por todos los departamentos, pasillos y salones del Gobierno como si se tratara de una súper autoridad supervisora, eso, puede que te parezca razonable pero, reconócelo, parecerá tal solamente en tu cándida y especial manera de manejarte con los poderosos. Nuestros mayores decían que si bien no debemos ofender ni al fuerte ni al débil “…tampoco hay que hacer cosas buenas que parezcan malas ni, mucho menos, cosas malas que parezcan buenas”.
Cuando el país que hace frontera con el tuyo moviliza a los “dueños del mundo” y les pone a reclamar, mediante conocidos métodos de coacción, que una desmesurada cantidad de su gente sea convertida en ciudadanos dominicanos, no importa cuán “al vapor” ni cuán ilegalmente se haga esto, de ti tus compatriotas no podemos esperar que calles y, mucho menos, que cedas.
En vez de eso, lo que requiere la virtud doméstica que te asumimos es plantarse y negar de modo contundente toda posibilidad al respecto, y no calificar el caso de “crisis humanitaria” la cual incluso prometiste resolver sin pensar en las secuelas de ello.
Te mostraste excesiva e innecesariamente abierto ante dicha “crisis…” como si fuera nuestra o como si así aplacaras tus temores o complacieras tu conciencia o alejaras el riesgo de un conflicto o agradaras al jefe del barrio. Sólo tú sabrás.
Pero lamentablemente eso fue lo que hiciste, y eso significó admitir que tu flojera no era razonable sino insensata, dado que de acuerdo con la Constitución del vecino país: sus hijos llevan la nacionalidad de sus padres nazcan donde nazcan.
Quiera Dios que los errores queden en el pasado y que el acierto haga de partero en el futuro del país.