Danilo ante el espejo
Cuando uno ha nacido para martillo, del cielo le caen los clavos, dice un refrán a la medida del presidente Danilo Medina, quien metió en una alocución del 13 de febrero para iniciar la construcción de la represa de Monte Grande, lo que ha sido considerado por algunos una respuesta ante el llevado y traído artículo del expresidente Leonel Fernández “El poder y el liderazgo: entre puestos y sobrecitos”.
A los lectores de periódicos debe de haberles quedado clara la posición del Presidente sobre este punto: “Lo único que busco como recompensa es que cuando vuelva a mi casa y me convierta en un ciudadano ordinario… la gente me diga, gracias Danilo, porque en su gobierno yo elevé mis condiciones de vida”. Eso es todo, quiere agradecimiento, pero no quiere ser líder.
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De paso diré que el gobierno genera gran incentivo de la producción en pequeños predios y talleres y si estas acciones no van acompañadas de un programa de industrialización y/o de exportaciones, la gente tendrá para comer y vender, pero la pequeña producción no enriquece a un país; acaso sirva para amortiguar devaluaciones.
Y vuelvo al punto. ¿Cuál será la idea del Presidente sobre la condición de líder? Parece una imagen en pedazos devuelta por un espejo constituido con los fragmentos de una placa de cristal rota.
La utilizada por Fernández para caricaturizar la preeminencia de Medina en la vida nacional y en el Octavo Congreso de su partido es, en cambio, una distorsión por defecto. Quienes reparten lo ajeno -los bienes públicos o los privados- suelen ser considerados populistas y la gente los sigue tanto por necesidad como por la consideración de que se trata de uno de los suyos, un atrevido con los timbales para escalar, romper una ventana y empezar a tirar artículos a la calle donde otros los recogen o los disputan a la garata con puños sin ninguna consideración moral.
Medina no quiere ser uno de ellos, pero los líderes, en realidad, están por todas partes. Los hay en el vecindario, en la comunidad, en la región, en la nación… y así en un rango amplio como el mundo o estrecho como una pandilla.
Hemos oído durante algunos años la afirmación de que Medina lidera un sector en el PLD, y todos sabemos de su ambición en el plano del liderazgo nacional al punto de haberse propuesto, por su propia voluntad, para encabezar la administración de los bienes públicos. Esto solo puede hacerlo alguien después de haber medido sus posibilidades electorales.
Si por alguna distorsión o por humildad personal prefiere darle de lado a su realidad, venga, pero vista nuestra debilidad institucional, social, política y económica, el mejor servicio que acaso pudiera hacerle al pueblo del cual ha sido puesto a la cabeza hasta el 16 de agosto de 2016, es asumir su condición de líder con todas sus consecuencias. Y después, como escribió Pedro Mir, el aluvión de besos… y el olvido.
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