Según versiones sostenidas, Daniel Guerrero había ido varias veces a la Policía a reportar robos, tanto en su taller de ebanistería como en su crianza de abejas.
Señalan que la Policía no hacía nada y los delincuentes se burlaban de él, ridiculizándolo por sus inservibles denuncias.
Quienes conocieron a Daniel lo identifican como un hombre honesto y trabajador. Indican que era una persona de paz y profunda fe cristiana, que ni siquiera alzaba la voz.
En su desesperación compró una escopeta, más para “meter miedo” que para usarla, por lo que se puede notar en un video. Pero la reacción de los “presuntos” delincuentes fue incrementar sus burlas.
Llevaron al hombre al punto de quiebre.
Esa misma Policía, que no fue capaz de atenderle (por incompetencia o complicidad), tampoco fue capaz de mediar para que se entregara, y luego, tampoco fue capaz de “neutralizarlo”.
Aparentemente la Policía Nacional lo único que sabe hacer bien es cogerle dinero a delincuentes y traficantes, y abusar con los indefensos. Una entidad corrupta e inoperante. Y no es asunto del “jefe”, pues la fiebre no está en las sábanas.
La Policía Nacional no debe ser “reformada”, sino más bien reconstruida desde cero. Recomponerla con personal selecto de otros cuerpos armados, y con lo mejor que haya entre sus filas.
El Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea operan cuando hay guerras, pero la Policía opera constantemente, pues su misión es, como dice su lema: ley y orden. Es la garante de la convivencia pacífica y la seguridad de las personas. Es una de las instituciones más importantes de cualquier país.