Una de las ventajas de este mes en que he estado ausente debido a un viaje de salud, es que permite ver con mente refrescada el acontecer nacional.

Es así como vemos que seguimos con los temas electorales, insistiendo que un órgano del Estado sea colaborador y hasta árbitro de un asunto privado de partidos, debatiéndose si las primarias de cada partido deben ser abiertas, cerradas o como sea.

En ese tenor durante nuestra ausencia pasó por nuestras manos un interesante libro que se puede traducir libremente como “El abismo del caos”: porque sucumben las democracias en su capacidad de aportar crecimiento económico, de la autora Dambisa Moyo, originaria de Zambia, África, poseedora de una maestría de la Universidad de Harvard y doctorado de la Universidad de Oxford, en espera de que le sea concedida próximamente la ciudadanía norteamericana.

En su muy bien escrito texto, presenta una serie de recomendaciones con los cuales piensa se podría salvar el sistema democrático clásico de una serie de reveses que han permitido que, a su juicio, los procesos electorales son dominados por dádivas y un elector pobremente informado, influido por la propaganda más que por el conocimiento de qué representan los candidatos, su compromiso y capacidad de rendición de cuentas, entre otros factores.

El más controversial de sus planteamientos es que el voto sea en función de las calificaciones educativas, profesión, contribución al Estado u otros valores relativos al conocimiento. Verdaderamente osada, aunque bien expuesta, una idea que muchas veces he escuchado con una variación u otra.

Pienso que por más bien intencionada que sea la idea, su implementación significaría que tendríamos una democracia de elites, o de los mayores contribuyentes, ya que el voto de uno categorizado sería más valedero que el de otro, sea este un peón o ciudadano sin calificaciones.

No lleguemos en nuestro país al punto donde ideas como las de Moyo se consideren opciones válidas.