Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Los diez leprosos.
El relato bíblico de introducción, nos cuenta la historia de diez leprosos que salieron al encuentro con Jesús. Imaginémonos la condición física de estas personas.
Aquejadas de una enfermedad que les producía llagas en el cuerpo, sus dedos desprendidos de sus manos, abandonados por sus familias, sin hogar, pues tenían que vivir en la calle. Talvez ninguno de estos hombres tenía el ánimo de dar gracias a Dios.
En este estado miserable, que habían estado seguro toda su vida, se encontraron con el Señor, y clamaron pidiendo misericordia y de pronto, al instante, se encuentran curados.
Solamente uno de los diez regresó a dar gracias.
Agradecidos. Estamos muy cómodos, creo yo, a veces.
Estamos tan acostumbrados a ser bendecido por Dios, que tenemos su bendición como algo natural, y la sensación que no más que nosotros el aire que respiramos, pero somos agradecidos y nos presentamos a Dios con humildad y dar gracias. ¿Cuántos de nosotros damos gloria a Dios, y Cristo, las gracias?
¿Acaso copiamos de los nueve leprosos? Seamos agradecidos, miremos a Dios como Padre, y digamos Padre, te doy gracias por todo en la vida. Comencemos a practicar la gratitud para con Dios, y esta traerá beneficios para ti y los tuyos. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 1 Tesalonicenses 5:18.