Indiscutiblemente las redes sociales se han encargado de hacerle el trabajo más fácil a algunas instituciones, como la Policía, Ministerio Público y hasta los mismos ciudadanos que las utilizan para diversas actividades, entre estas para dar a conocer cualquier tipo de situación que termina perjudicando a unos y favoreciendo a otros.
Perjudican a unos que parece no han entendido que no pueden seguir actuando como lo hacían hace veinte o treinta años cuando había que usar comunicación de posta para poder llevar el mensaje más allá de su origen. También perjudican las redes a quienes hacen cosas indebidas creyendo que nadie lo va a saber.
Tenemos suficientes ejemplos de casos que gracias a las redes han encontrado solución, como el de una abuela que maltrataba a una niña de manera despiadada, una madre que daba cerveza a su niña que ni siquiera caminaba, como si se tratara de un biberón de leche, otros como unos policías abusando de ciudadanos de manera injustificada, el de un grupo de empleados de un banco que hicieron un video mientras sacaban agua de la sucursal en la que trabajaban, lo que terminó costándoles el empleo.
Todos esos casos, y contando, han sido replicados por los medios tradicionales luego de que un ciudadano cualquiera, desde cualquier campo o ciudad del país, hizo un video con un celular, se lo envió a algunos de sus contactos, y de esa manera se fue multiplicando hasta que todo el mundo lo vio.
Esto deben dejarnos como lección que ya no se puede hacer las cosas como nos dé la gana, sino que tenemos que someternos a la legalidad, porque estamos siendo vigilados en todos los momentos por una sociedad que muchos subestiman porque la consideran incapaz de reaccionar ante algunas situaciones.
Si bien todos estamos expuestos a la vigilancia involuntaria, esa que vive al acecho de cualquier movimiento, hay quienes son más interesantes al lente observador de los ciudadanos, que son quienes nos dirigen. Los tan cuestionados funcionarios públicos ya no se pueden creer que están por encima del bien y del mal, amparados en la posición que ocupan.
Hoy día, su comportamiento, dentro y fuera de las funciones que desempeñan, es vigilado constantemente, y por eso están obligados a cambiar la forma de ejercer la política. Ya no es posible seguir manejando las instituciones públicas como si fuera una propiedad privada, como todavía ocurre, porque el cuento ha cambiado y ya no es el que usted le quiera vender a la gente, sino, el que la gente vive de cerca.
Así que, la exhortación a todos, pero en especial a los servidores públicos, es que actúen correctamente sin permitir que el cargo lo haga sentirse superior a los demás, no se crea que usted puede hacer lo que quiera con los recursos del Estado, nunca olvide que a usted se le confió en esa posición para que sirva, no para que se sirva, no se deje llevar de los lambones que lo rodean, esos que le aplauden todo y que lo llevan al fracaso porque no son capaces de decirle que algo está mal, y trate a todos con el valor que se merece. Si así lo hiciere, usted será querido, protegido y posiblemente no será víctima del “aparatico” por algo negativo, ni su familia sufrirá a consecuencia de sus malos actos.