¿Es usted tacaño con la propina? La verdad es que yo no me consideraba así, hasta que llegué a vivir a Estados Unidos.
Acostumbrado como estaba a las propinas de América Latina, en donde ofrecer un 10% sobre el total de la cuenta suele ser correspondido con amables sonrisas de gratitud en restaurantes y hoteles, me llevé muchas sorpresas en ese terreno durante mis primeros meses de residencia en tierras estadounidenses.
«Que ´amarrados´son ustedes los colombianos», me dijo burlándose un amigo estadounidense que había vivido en mi país, usando la expresión con que en Colombia nos referimos a los que son poco generosos con la billetera.
Yo acababa de dar mi acostumbrada propina del 10% en un restaurante en Miami, y había notado la expresión de desencanto del mesero.
La verdad es que me había metido, sin saberlo, a un terreno movedizo de etiqueta social y cultural.
Que en Estados Unidos se junta además con un fenómeno económico.
En este país muchos trabajadores de industrias de servicios como los hoteles y restaurantes ganan salarios notoriamente bajos para los estándares locales.
Lo que hace que se espere que reciban propinas altas para nivelar así el ingreso.
En Estados Unidos una propina estándar en un restaurante fácilmente puede llegar al 25% de la cuenta. Dejar el 15% es aceptable. Y ofrecer una propina de 10% o menos, ya raya en el insulto.
«Estados Unidos es probablemente el país con las propinas más altas del mundo», le dice a BBC Mundo Gerardo Correas, presidente de la Escuela Internacional de Protocolo de Madrid.
El experto asegura que a lo largo de América Latina la costumbre es ofrecer montos bastante menores, en muchos casos el 5 o 10% del total de la cuenta.
Y para mi tranquilidad, Norella Dueñas de Saretzki, experta en protocolo de la Universidad de la Sabana, en Bogotá, confirma a BBC Mundo que, efectivamente, en Colombia, el monto estándar es del 10%.
Un concepto cambiante
Pero la diferencia entre Estados Unidos y el resto del mundo en este campo no siempre fue tan notoria.
El concepto de la propina ha evolucionado sustancialmente en Estados Unidos, país a donde llegó la costumbre desde Europa a finales del siglo XIX.
Una campaña en su contra cobró fuerza a principios del siglo XX, impulsada por la idea de que no era democrático dar propina y que hacerlo creaba una clase de sirvientes, asegura Tom Geoghegan, reportero de la BBC, quien añade que en un momento hubo seis estados que las prohibieron en su totalidad.
En la década de 1940 la propina estándar apenas llegaba al 10%.
Y la evolución continúa.
Esta semana el diario The New York Times señalaba cómo una innovación tecnológica parece estar llevando a propinas todavía mayores.
En muchos restaurantes en Estados Unidos, el mesero le entrega al comensal una tableta electrónica en la que el cliente presiona un botón para escoger la propina que va a pagar a partir de tres opciones, ya calculadas, que generalmente van del 15% al 25%. Y que pueden llegar al 30%.
Escoger otro monto menor, o peor aún, la opción de «ninguna propina», requiere de una maniobra que puede resultar incómoda, especialmente ante la mirada inquisitiva del empleado del restaurante, asegura el diario estadounidense.
Con sentido social
La discusión sobre las propinas en Estados Unidos tiene un cariz polémico en este país, en donde la desigualdad del ingreso es tal vez el tema político del día. Uno de los puntos más álgidos de la polémica es el de los bajos niveles de remuneración de los empleados del sector de los servicios.
En esta nación, el 52% de los trabajadores de restaurantes de comida rápida ganan salarios por debajo de la línea de pobreza.
Una cifra que se ve repetida en muchos otros sectores en los que los empleados encargados de la atención al público tienen en la propina una tabla de salvación a sus bajos ingresos.
El mismo presidente Barack Obama viene insistiendo en la necesidad de elevar el salario mínimo. Por lo que hay un gran consenso social en este país que tiende a ver el pago de propinas elevadas casi como un deber de responsabilidad social.
¿Llegará la tendencia a América Latina?
El hecho de tener trabajadores de bajos ingresos atendiendo en bares o restaurantes es, por supuesto, una descripción que podría hacerse de cualquier país de América Latina.
O de casi cualquier otra nación.
Sin embargo, persisten diferencias profundas a lo largo de la actitud en los países frente a la propina.
Desde naciones como Japón, donde generalmente no se ofrece en ninguna circunstancia, y la cultura lo considera inapropiado, hasta América Latina, donde se acostumbra, pero a tasas mucho más bajas.
En algunos casos, la tendencia en la región parece ir en sentido contrario a la de Estados Unidos y busca controlar el monto de estos pagos, justificándose, entre otras razones, en la defensa de los derechos de los consumidores.
En Colombia, por ejemplo, la ley prohíbe expresamente las «propinas obligatorias» de 10% que solían incluir en la cuenta muchos restaurantes de ese país.
Y ordena que en las facturas impresas presentadas a los clientes, cuando se presenten montos «sugeridos», se recuerde específicamente el caracter voluntario de esas contribuciones.
De modo que no parece estar cercano el momento en que el monto de las propinas latinoamericanas se equiparen a las estadounidenses.
Que, en esa práctica, parecen estar cómodos en su carácter de campeones mundiales indiscutidos.