Llueve,
detrás de los cristales, llueve y llueve
sobre los chopos medio deshojados,
sobre los pardos tejados,
sobre los campos, llueve.
Balada de Otoño, Antonio Machado (Del libro Soledades. 1903)
Para María del CarmenMéndez Ruiz y su amigo Norberto James Rawlings
Evocación de la lluvia provinciana del este franco y con verdes banderas…
La lluvia es una rígida balada gris, que nos humedece de tristezas y alegres recuerdos.
Mis grandes ojos se evadían entre los cristales opacos de mi vieja escuela Puerto Rico, (*) sentado siempre cerca de la ventana, mis pensamientos escapaban entre la lluvia nueva y la lluvia vieja: era un viaje soñoliento hacia esa libertad de vuelo y destino cuyo territorio nuboso, era una resplandeciente bitácora de futuros entre lluvias y ensueños…
Yo la esperaba con ganas tiernas e ilusión, entre la lluvia recia y obstinada, escuchaba desde esa ventana al vendedor de gigantes uvas de playa, empapado su cuerpo camisa abierta, mientras decía su ronco pregón: » De la playita son las uvitas «…
El señor venía de Punta de Garza (entre el Higuamo y S. P. M) a vender a los alumnos su cosecha manjar de uvas grandes y dulces…
Cada gran lluvia, recuerda otra gran lluvia y en nuestros recuerdos se hace una larga cadena pluvial entre nuestra infancia y los años mayores, puentes entre memoria, tiempos y deseos, entre tiernas lágrimas y lágrimas más viejas, las mías.
Hemos olvidado tantas cosas, que casi nos olvidamos de nosotros mismos…
La lluvia es un recuerdo gris, ameno y sensible, nos empapa el cuerpo para decirnos de nosotros mismos, mojarte entre gotas no debe ser un gran disgusto, debe ser una grata alerta pluvial sobre ti y tus recuerdos.
CUANDO SOCRATES EVOCABA POR LOS EVOCADORES ENTRE LA LLUVIA HELENICA Y SUS RASTROS DE SIGLOS…
Evoca, evocador decía Sócrates, como si fuera un reto al ser humano que somos: porque la lluvia es y no es un alto imaginario pluvial de nuestro entorno mental.
Cuando el mundo parvulario te rodea, en secreto la lluvia grande y larga, hilos grises cantarines, teje una complicidad de viento húmedo que no se contenta, sin su hermanita la lluvia, juguetona, que llega sin avisar, entre nimbos y cirrus muy lejos en los cielos …
Al pasar el tiempo, todas esas lluvias en tu vida, te rodean y estas atrapado en una jaula pluvial del tiempo y la tierra.
NUNCA LA LLUVIA NECESITÓ A SHAKESPEARE COMO TESTIGO DE MUSGOS Y GOTAS…
Yo confieso, lo juro, que, así como alguna vez descubrí a Sístoles Y Diástoles, un juego de calesita o tío vivo, en torno nuestros corazones batientes, Yin y Yan en el ritmo del corazón feliz, hasta un día.
Del mismo modo descubrí que en el siglo XXI, la lluvia ya no es un bello ritual de gotas y danzas grises con músicas extrañas de burbujas y tierra empelotadas, besando agua del cielo caída en ritual geométrico sincero y en animada gravedad de gotas salvajes, a la deriva…
Sé mi testigo, que mis ojos vivos son ciegos, decía William Shakespeare, el agua limpia los ojos con una extraña sinfonía de minerales, entonces cuando el cielo llora no busca culpables, quiere empapados para sus ilusiones.
UNA FOTO DEL CONDE EN EL SIGLO XXI, ENTRE LA LLUVIA COMO SI FUERA DEL SIGLO XIX…
No tenía más remedio que hacer un retórico, previamente, recorrido pluvial, entre lo clásico y la infancia, hasta llegar a este momento que es el culminante: el portal » Somos Zona Colonial «, ha publicado en la nublada tarde del 19 de abril esta fabulosa foto, que nos remite a una frase sentida y brillante de Don Benito Pérez Galdós (1843- 1920) : » Nuestra imaginación, es la que ve y no los ojos «…
El brillante autor de los episodios nacionales, dramaturgo y gran cronista
de su tiempo en la España del siglo 19, nos da un clave esencial, para entender la fuerza de la lluvia en nuestros pensamientos…
En cierta manera, esa foto que nos concierne, pareciera una foto del siglo 19, no lo es, se trata de una foto del Calle El Conde ciudad colonial, tomada el 19 de abril, bajo los intensos aguaceros de estos días…
CUANDO LA IMAGEN EVOCA EL PASADO: ES UNA BELLA ADVERTENCIA DE LA LLUVIA.
La foto en cuestión, bajo lluvia plena quizás nos remita a una Calle el Conde, posiblemente olvidada, miserable como no lo fue hasta nuestros días.
Sepia entre el fondo y las lámparas, una columna de agua roba lo amarillo de la luz que se rinde a la lluvia poderosa que todo lo ocupa.
Es nuestra Calle el Conde, invadida por la lluvia de estos días.
Me remito de nuevo, a Sócrates: evoca, evocador, evoca.
Desde aquella ventana, hoy solo visible en mi alma, cuando miro ahora este concierto pluvial de lluvias salvajes, esa foto es un largo viaje entre el siglo XIX y el siglo XXI, como si el tiempo fuera una escalera de gotas extraviadas en el tiempo.
*La escuela Puerto Rico es una vieja y querida escuela primaria de San Pedro de Macorís , donde estudié mi tercero y cuarto grado. La recuerdo siempre por aquella ventana que me tocaba cada mañana y un fresco olor a estiércol de un racho entonces cercano. Vista la lluvia desde allí, un tercer piso, siempre es un pluvial grato y nostálgico. Los recuerdos provincianos, son la tímida memoria de quienes adoran su patria chica, hasta la muerte…