Hace mucho tiempo que me quedé con una frase que compartiera Jaime Borrás en su libro “Vuela alto”. El iniciaba el capítulo “Cuando todo está en contra” con las siguientes palabras: “Las pruebas duras, a casi todos, nos llegan siquiera una vez en la vida, pero son como las estaciones del año: vienen y se van”.
Muchos nos lamentamos por las cosas que creemos son malas… por esas espinas en las rosas… nos negamos a aceptar que muchas veces navegamos con los vientos en contra por una razón. Vemos los problemas en la familia, en el trabajo, con los amigos, con las parejas y la salud… como anclas que nos quieren hundir.
Nuestra mente y corazón están tan abrumados con los problemas y la búsqueda de las soluciones que nos perdemos en el laberinto sin ver la salida. Nos enfocamos tanto en ese tornado que perdemos de vista lo que hay después: un cielo azul limpio y despejado. Porque todo pasa y esa situación que nos diezma también pasará, solo tenemos que quererlo con fuerza y esforzarnos en hacer que pase.
Recuerda que no hay una situación tan mala que no tenga arreglo, salvo la muerte.
Quejarse no sirve de nada.
Procura ver lo que pasa con ojos positivos, pero si sientes que eres incapaz de ver esa luz en medio de la oscuridad recuerda nuevamente tu círculo de apoyo, no estás solo en el mundo. Si se te cierra una puerta, otra abrirá; y si alguien se va, otra persona llegará.
Estamos en un mundo que no deja de girar por los obstáculos, la luna sigue iluminando la noche y el sol sale cada día para alejar a la noche.
Aceptar lo que nos pasa y abrazarlo es el primer paso para superarlo. No es resignación ni derrota, es solo un descanso para tomar aire y cargar las pilas.
Pero sobre todo, digamos adiós a lo que ya no puede estar para poder seguir adelante. Es importante entender que debemos aprender a “lidiar con lo que nos pasa… no con lo que queremos que pase”.