Menos de 24 horas después de que México viviera una de sus peores tragedias con migrantes de los últimos años, en el lugar del suceso apenas se perciben señales de las imágenes dantescas vistas poco antes.
El camión que se accidentó el jueves con más de 160 personas migrantes hacinadas a bordo y que causó la muerte de al menos 55 de ellas fue retirado pocas horas después de la carretera cerca de Tuxtla Gutiérrez, la capital del estado de Chiapas, en el sureste del país.
En la escena solo se observan las marcas de los neumáticos en la pronunciada curva en la que el conductor del tráiler perdió el control por aparente exceso de velocidad y chocó contra un puente.
A una orilla de la carretera, sin embargo, un pequeño memorial improvisado por los vecinos de la zona recuerda a las víctimas en forma de velas, cruces y botellas de agua y bebidas energéticas, las que más ansían los migrantes en su travesía hacia Estados Unidos y que quizá mejor pueden describir el sufrimiento y la dureza de su viaje.
«Escuché el impacto, vinimos corriendo y nos topamos con esa escena espantosa. De pedazos de personas, mujeres gritando, niños… muy cruel, muy triste. Jamás vi nada parecido», relata sobre el siniestro Rodolfo Carillo, un residente de la zona.
Él fue uno de los vecinos que llegó al lugar del accidente antes que los servicios de emergencia y que no dudó en ayudar a las víctimas. «Había muchos heridos y ahí los sacábamos nosotros, entre chorros de sangre. Unos con piernas quebradas, otros con los brazos…», recuerda conmovido.
Roberto, otro testigo de la tragedia, asegura que vio al chófer del tráiler -que sigue en paradero desconocido tras darse a la fuga- «salir totalmente lastimado, en estado de shock, huyendo».
«Pero lo peor es la gente que viene a la rapiña, a esculcar a los muertos en lugar de ayudarlos. Los primeros policías nada más estaban grabando por el morbo para subirlo a las redes sociales. A mí no me dio tiempo a eso: yo vine a ayudar, que es lo que debe hacer un ser humano», critica enojado.
«Todo se puso negro»
La mayoría de los migrantes que viajaban a bordo del tráiler venían huyendo de la pobreza y la violencia de Centroamérica, especialmente de Guatemala.
Desde allí acaba de llegar este viernes a México la familiar de dos del centenar de personas heridas en el siniestro. Uno de sus dos sobrinos accidentados está en el hospital Gómez Maza de Tuxtla Gutiérrez, donde fueron ingresados los heridos más graves, y en cuya puerta la mujer espera noticias pacientemente.
«Me enteré de lo que había pasado por las noticias, y vine para acá. No me han dejado entrar a verlos aún, no tengo información, pero gracias a Dios que están con vida», dice la mujer que prefiere no revelar su nombre ni mucho menos detalles del viaje de sus sobrinos, salvo que son dos hermanos de 23 y 27 años, naturales de Huehuetenango, cuya meta era llegar a EE.UU.
Mientras, en la clínica de Cruz Roja del municipio acostumbrada a recibir a pacientes víctimas de agresiones o diagnósticos menores, hacen frente como pueden a tener que atender desde el jueves a decenas de los heridos leves del accidente.
Fatigados por el calor, algunos descansan sobre colchonetas en el suelo ante la falta de camas. Muchos tienen vendados un brazo, un pie o parte de la cabeza por las heridas sufridas.
Pese a todo, algunos aún tienen fuerzas para recordar lo ocurrido y subrayar lo que los llevó a montarse en aquel tráiler: llegar a EE.UU., costase lo que costase, para buscar una mejor vida para ellos y sus familias.
«Yo venía sentado, casi dormido entre mucha gente. Cuando se volcó, todo se puso negro y solo vi que todo giraba. Al momento vi una luz, abrí mis ojos y estaba como a 50 metros del tráiler. No sé cómo salí de ahí, si salí volando… no lo recuerdo», dice Emerson Morales, un joven de 23 años de Chichicastenango.
«Cuando me levanté, había gente tirada por todos lados, gritando… Vi personas partidas, destrozadas, vi a uno con el brazo del otro lado… yo tengo golpes, pero gracias a Dios estoy bien», le cuenta a BBC Mundo.
La búsqueda de desaparecidos
Está tumbado en una cama con un collarín, pero mucho más que sus lesiones le preocupa saber qué fue de su primo, quien también viajaba en el camión.
«Lo vi tirado [tras el accidente], traté de escribir su nombre y el mío en un papelito que metí en su pantalón porque a mí ya me traían para acá, pero hasta ahora no aparece en el listado de nombres, estamos tratando de localizarlo», dice sin perder la esperanza.
Las autoridades mexicanas sospechan que algunos de los heridos en el accidente huyeron del lugar y permanecen escondidos ante el temor de que puedan ser detenidos y deportados a su país.
Emerson es el único varón entre los cuatro hijos de sus padres y asegura que ello le hace sentir la responsabilidad de tener que buscar una vida mejor para su familia. Por eso trataba de llegar a Nueva York, donde sabe que la vida no es fácil, pero cree que «es posible trabajar y hacer dinero, y eso ayuda bastante».
En Guatemala, trabaja en un call center por el sueldo mínimo que dice que apenas le da opciones de mantenerse.
«Muchos nacemos ya en la pobreza y queremos tener oportunidades de trabajar para mejorar la vida. Por eso, el sueño de llegar allá estaba presente, por nosotros y nuestros familiares. No importaba lo que pasara, nuestro objetivo era llegar», reconoce.
En el pasado ya intentó el peligroso camino hacia el norte, pero fue detenido en México. Ahora había vuelto a intentarlo saliendo de Guatemala junto a un pequeño grupo.
En la frontera con México es fácil encontrar muchas personas en su misma situación que buscan la ayuda de los traficantes de migrantes que les prometen llevarlos hasta EE.UU. a cambio de «un promedio de entre 80 y 100.000 quetzales (de US$10.300 a US$13.000)».
Cuando salieron de su país los llevaron a «un sitio cerrado, con mucha gente» en plena noche, por lo que ni siquiera sabe dónde se encontraban. Al día siguiente los montaron en el tráiler de la tragedia, con el que pretendían llegar a Puebla, en México.
«La política de contención migratoria militarizada orilla a que los migrantes busquen rutas más peligrosas, generando tragedias como esta», criticó la ONG Centro Prodh en referencia a la estrategia del gobierno mexicano para frenar el paso de migrantes por su territorio. «Se requieren alternativas migratorias y vías legales para evitar tragedias como esta», señaló ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados.
Por su parte, México, EE.UU. y algunos países de Centroamérica y Sudamérica anunciaron este viernes la creación de un Grupo de Acción Inmediata contra las redes de traficantes de personas que operan en el continente, a las que señalaron como responsables del accidente.
Solidaridad ciudadana
En la sala contigua a la de Emerson, una pareja se recupera también de sus heridas y quemaduras. Ella es mexicana y él colombiano: no iban en el tráiler, sino que viajaban en moto justo detrás de él y se convirtieron en víctimas colaterales de la tragedia.
«Las imágenes eran muy fuertes. Vimos las personas saliendo de dentro, se escuchaban los gritos.
No es lo mismo verlo en persona que verlo en televisión», dice Melody Ramírez, vecina de Tuxtla de solo 17 años que espera que su tobillo fracturado se cure una vez que le reemplacen el improvisado vendaje con láminas de cartón que le han puesto por ahora.
Su pareja Bryan Hernández, también migrante, sabe muy bien lo que movió a tantas personas a meterse en ese tráiler. «La gente busca dignidad, no todos tenemos la misma suerte donde nacemos. Ellos también tienen derecho a una vida mejor, y nadie sale de su casa por gusto», dice desde la misma cama que comparte con Melody.
La atención a todos los heridos es posible en esta clínica gracias a un nutrido grupo de voluntarios y equipo médico que no ha dejado de trabajar desde el jueves en la noche.
Pero también gracias a las donaciones de parte de la población de Tluxtla que, si bien está más que acostumbrada al paso de migrantes por su localidad como parte de una de las rutas hacia EE.UU., se ha volcado con las víctimas de este accidente.
«Entendemos que lo que ha ocurrido se debe a gente abusiva, pero las personas heridas no tienen la culpa y necesitan nuestra ayuda«, le dice a BBC Mundo Luis Enrique, un joven que trae bolsas de ropa, alimentos y productos de higiene a la clínica después de usar su grupo de Facebook de «memes chiapanecos» para hacer un llamado a que sus seguidores hicieran donativos.
De los 34 heridos que fueron ingresados el jueves en este centro médico de Cruz Roja, el viernes en la noche quedaban 24. Los dados de alta fueron llevados por las autoridades de migración a un albergue.
Según el gobierno mexicano, los sobrevivientes del accidente podrán obtener «visas humanitarias» para permanecer en el país si así lo desean.
Pero Emerson, cuya única preocupación es encontrar a su primo, no tiene nada claro qué será de él en el futuro.
«Las autoridades no nos han dicho qué va a pasar con nosotros, si nos quedamos, si nos deportan… Pero si me ofrecen quedarme aquí, creo que regresaré a Guatemala porque la situación en México es similar a la hora de vivir y ganar dinero. Por eso mi idea era llegar a EE.UU», insiste.
Junto a él, una joven guatemalteca sentada en una colchoneta que escucha sus palabras interviene para demostrar que tampoco está dispuesta a tirar la toalla de lograr su «sueño americano».
«¿Y de acá estamos muy cerca de Guatemala?», nos pregunta a los periodistas. «No hay manera de seguir ahora el camino para EE.UU., ¿verdad?».