“De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo”, dice el viejo refrán castellano.
Orlando Jorge Mera murió esta semana con apenas 55 años, abatido por las balas de un amigo íntimo, de esos que por conocernos se creen estar por encima de la ley, penetrando a despachos sin cita y procurando favores y privilegios.
Su muerte confirma una vez más que luchar contra el crimen ambiental se paga con la vida.
Desde el activista Chico Mendes en Brasil, cuyo asesinato a sangre fría en 1988 fue inmortalizado por Maná, hasta la fiscal ambiental hondureña Carmen Almendárez, ultimada en la puerta de su casa el 27 de mayo pasado, cientos han caído ya por defender a nuestra Madre Naturaleza. Sólo durante 2020 murieron 227 defensores del medioambiente, la mayoría latinoamericanos.
Pero Orlando Jorge Mera fue el único con rango de ministro de Medio Ambiente, cargo que ejerció con apertura, transparencia y verticalidad.
El alcance de su legado sin precedentes queda documentado en sus miles de publicaciones en las redes sociales, la última de las cuales, en Instagram, lo presenta sembrando un ébano verde con su señora Patricia Villegas, amiga y colega con quien todos en nuestras familias compartimos estas horas de dolor inenarrable.
Sin importar rango o estatus social, nadie podía contar con la indolente impunidad de otros tiempos. No había denuncia que no atendiera, sin importar el canal por el cual la recibiera.
Contra las granceras que destruyen los cauces de nuestros ríos, exponiéndonos a la sequía, el hambre y la sed.
Contra los productores de carbón de leña y los agricultores ilegales que amenazan nuestras áreas protegidas, exponiéndonos a la desertificación y a la pérdida de biodiversidad.
Contra los contaminantes del agua, el aire y la tierra que amenazan la vida misma.
Compensó a los agricultores desplazados y sembró para el futuro en los terrenos deforestados.
Pagó con su vida por trabajar apegado a principios inquebrantables, denegando permisos para actividades ilegales.
Por defender el medio ambiente, reforestar el país y luchar contra el cambio climático, fue reconocido dentro y fuera del país, más recientemente en la conferencia de la ONU “Estocolmo + 50”, sobre los contaminantes orgánicos persistentes.
Su muerte concitó un rechazo unánime y motivó la solidaridad pública de cancilleres y ministros de medioambiente, así como innumerables notas de condolencias en todas nuestras embajadas.
Sabemos que mejorar la calidad del aire cuesta menos y salva más vidas de niños y envejecientes que contener y combatir el Covid-19.
Buscar la autonomía energética utilizando fuentes renovables reducirá tanto las emisiones de gases contaminantes como nuestra factura petrolera.
Sin el 41% de cobertura boscosa que todavía tenemos, nuestro lado de la isla también sería un desierto. Nuestra propia vida sería imposible. No hay tesoro más importante.
El día llegará en que vivamos en armonía con nuestro medioambiente, protegiéndolo para las generaciones venideras, sin por ello dejar de disfrutar de sus múltiples recursos.
Entonces habremos honrado el legado de Orlando Jorge Mera, ese ángel que cayó, que no volverá y que nunca olvidaremos.