Cuando la gente pierde la fe en las instituciones y las promesas de las autoridades políticas, el futuro de cualquier país se coloca en estado de desobediencia, de irrespeto y poca estima por los valores éticos y morales.
En el caso de República Dominicana, el desorden en las acciones de la autoridad militar, de los llamados agentes del orden público y la poca credibilidad de la Justicia, entre otras bellezas, nos conduce aceleradamente hacia un estado de anomia.
Agentes bebiendo en las calles, bares y lugares de mala muerte, policías solo pendientes a poner multas a quienes les place, una Justicia que solo castiga al que nada tiene y gobiernos cuyo ejercicio se gasta en endeudamientos y en promesas, es lo que hemos disfrutado en el presente siglo.
Por eso, se ha perdido el respeto por el valor de las informaciones, debido a que los medios, con algunas excepciones, solo sirven a intereses y no al país y es por eso que ya no se escucha la frase “eso es así, lo vi en el periódico”, como sinónimo de credibilidad.
De igual manera, cuando éramos niños escuchábamos decir, si el maestro lo dijo es la verdad, porque un maestro no miente ni engaña o “yo tengo confianza porque un guardia o un policía”, quienes están revestidos de la autoridad.
La justicia es ciega “ese caso ha sido decidido por un juez o un fiscal tomó cartas en el asunto”, es una pena como todo esto se ha perdido y gozamos de una sociedad en la que nadie vale, nada es nada y quien no tiene para pagar, no recibe nada.
Cuando la gente pierde la fe las sociedades cambian para mal y eso nos está pasando como dominicanos, no hay en quien creer ni en quien confiar, situación que nos arrastra a una vida de miedo, inseguridad y terror. Es una pena, pero es la realidad.
El autor es periodista y abogado.