- Publicidad -

- Publicidad -

Cuando el corazón duele, pero agradece

Lady Reyes, directora de Encuentros Interactivos.
📷 Lady Reyes, directora de Encuentros Interactivos.

Luego de la partida de mi madre María Mercedes Ng Chong, sólo una palabra se queda fija en mi mente para todos los que nos acompañaron con sus muestras de consuelo: gracias. No hay palabra más honesta, necesaria y presente en mi corazón… en estos días.

Gracias a todos los que han estado cerca, desde el silencio respetuoso hasta los abrazos más cálidos. Gracias a los que nos acompañaron como familia en la funeraria y en el cementerio.

A los que enviaron flores, mensajes, palabras, oraciones, suspiros compartidos… gracias también a quienes aún esperan por una respuesta a sus mensajes, ella llegará cuando el ánimo me lo permita.

Gracias, de todo corazón.
La pérdida de una madre no se parece a ninguna otra. Es una ruptura profunda, honda, visceral. Es como si se apagara una lámpara interna que nos alumbró desde el primer aliento.

Se apaga de una manera y se enciende de otra forma, en otra conciencia, y aunque cuesta escribir estas líneas, la vida continúa y debemos ir sanando.

Me ha tocado vivir muchos tipos de duelos y, así como yo, también muchas otras personas lo experimentan a diario. Pero, en estos días he confirmado que el duelo no tiene instrucciones y que cada quien lo transita como puede, como le sale, como le permite el alma.

No hay prisa por aceptarlo, no hay respuestas que encontrar, porque no las hay. Hay apenas un día tras otro, y en cada uno de ellos una pequeña decisión: seguir, detenerse, llorar, respirar, trabajar un poco, dormir otro poco, o simplemente sentarse en contemplación. Algunas veces con fuerza, otras veces sin ella. Vivir el proceso un paso a la vez.

El dolor no tiene un solo rostro. A veces me encuentro con energía para reintegrarme a mis labores o para ordenar pensamientos. Otras veces no. Otras veces sólo quiero cerrar los ojos y recordar a mi madre en silencio, como quien mira el mar y se deja llevar por la marea de la ausencia.

Me consuela saber que el tiempo tiene su manera de suavizar las aristas, de volver el dolor menos filoso. No es olvido, nunca lo será. Es simplemente esa transformación lenta que convierte la herida abierta en cicatriz. Y las cicatrices también cuentan una historia de amor.

El deseo de toda madre
Sé que mamá no hubiera querido verme detenida en la tristeza, ni envuelta en el luto de la parálisis. La vida que vivimos juntas es testimonio de coraje. Por eso, desde donde esté, sé que me pide lo mismo que pediría cualquier madre: que siga adelante, que viva, ame y deje amar. Y todo eso requiere tiempo. A quienes hoy están también atravesando un duelo, les abrazo con el alma.

No hay fórmulas. Sólo pasos. Uno a la vez. Y en ese andar, permitirse sentir, llorar, agradecer, detenerse… y volver a empezar. Porque la gratitud también forma parte del duelo. Y hoy, con el corazón traspasado, debo decirlo, no una vez, sino miles de veces más: gracias.

Etiquetas

Artículos Relacionados