Ésta bien podría ser la pregunta del millón de pesos, ya que todos, y no sólo en el país sino en el mundo, nos preguntamos hasta cuándo durará esta pandemia.
Todos estamos desesperados y deseamos (seguro más que cualquier otra cosa) que desaparezca el Covid-19, junto con su odioso estado de encierro, cifras de muertes y malos pronósticos económicos; y en ese desespero nos preguntamos: Dios, ¿cuándo nos librarás de esto?
Una pregunta similar le hicieron los discípulos a Jesús en los cuarenta días que estuvo con ellos, luego de su muerte y resurrección. A ellos les preocupaba cómo quedarían las cosas después de que el pueblo judío rechazara y matara al mesías que habían estado esperando, y por eso le preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”, Hechos 1:6.
Lo menos que se podría esperar de “El maestro”, que estaba a punto de ascender al cielo, era que dejaría una respuesta de esperanza a quienes creyeron en él, le siguieron y eran los llamados a continuar la obra que “el hijo de de Dios” vino a hacer a esta tierra. Pero su respuesta estuvo más encaminada al cumplimiento del verdadero propósito de Dios en nuestras vidas, que al nuestro:
“No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”, contestó Jesús, según cuenta Lucas en el versículo siete del capítulo uno del libro de Hechos, segunda carta que escribió al excelentísimo Teófilo, con el objetivo de que éste supiera toda la verdad de lo ocurrido en la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Lejos de ponerle una fecha, Jesús les aconsejó enfocarse en el propósito divino. En prepararse para recibir el Espíritu Santo, a fin de que pudieran obtener el poder o la valentía que necesitaban para salir a predicar el evangelio que él le había inculcado.
Persistir en preguntar hasta cuándo nos hace necios y no sabios, ya que, como bien explica el Salmos 94:1-11, Jehová, oye, ve, conoce y sabe lo que está pasando. Pero recuerda que Dios también castiga a las naciones como un padre corrige a sus hijos, porque sabe que los pensamientos del hombre son vanidad (Verso 12).
Así que nuestra preocupación no debería ser cuándo el mundo volverá a su normalidad, porque eso lo determina Dios, sino cuáles cambios debemos adoptar para hacer la voluntad de el Señor, y así lograr un equilibrio espiritual, moral y material.