Cuando conocemos a Dios somos verdaderamente libres
Hay varias cosas que los humanos buscamos desde que tenemos conciencia y, de hecho, trabajamos en pos de lograr esas metas: una de ellas es la libertad.
El ser humano desea libertad para elegir, actuar, pensar, trabajar, comprar, viajar, y hasta de tener sexo. Pero en busca de esas pretensiones, el hombre toma decisiones erróneas que en vez de proveer libertad, lo convierte en esclavo.
- Publicidad -
¿Cuál es el error común? Intentar conseguirla fuera de la voluntad de Dios.
El ser humano se esclaviza y se hunde más en el pecado por la impureza, la codicia y el desenfreno (Romanos 6:17-19).
Ser esclavo de alguien o de algo es no tener libertad para decidir: obedecemos fielmente a lo que nos domina, aunque no queramos.
Por eso, el alcohólico dice: no tomaré más, pero vuelve a tomar, el adúltero arrepentido cae en tentación nuevamente, y el que roba repite esa acción. En ese estado viene la desilusión, la depresión y la miseria ( Romanos 7:17).
Pero, ¿cómo podemos ser libres?
El esclavo no se puede liberar solo, sino que necesita un redentor. La Biblia dice que “si el Hijo (Jesucristo) los liberta, serán verdaderamente libres” (Juan 8:36). Aceptar a Jesús nos motiva a seguir sus enseñanzas, que están basadas en la adoración a Dios y el amor al prójimo como a nosotros mismos.
Una vez le aceptamos, él nos declara justos por la fe y nos da paz ante Dios (Romanos 5:1), y “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Es decir, que para ser verdaderamente libre lo único que el ser humano necesita es conocer a Dios como su salvador, descubrir sus propósitos y mandamientos declarados en sus escrituras y permanecer en el cumplimiento de ella.
Etiquetas
Artículos Relacionados