En 2011 en Funglode, reunidos con políticos centroamericanos, Leonel Fernández me pidió explicarles las exigencias del 4 % para la educación.
Quizás lo desagradé, aunque se sonrió: “Es culpa suya”, dije, “pues lleva desde 2004 hablando de la importancia de la educación y la sociedad del conocimiento; simplemente nos convenció a todos. Ahora hay que poner el dinero”. Leonel tenía poquita razón oponiéndose a aumentar drásticamente la inversión en la educación primaria pública. Pero el cambio positivo ha sido dramático.
La revolución educativa que está realizándose sería imposible sin recursos. Pero también se requiere buena voluntad. Y parece increíble que ahora los peores enemigos del progreso y los cambios sean los maestros sindicalizados.
Carece de razones legítimas el gremio ADP para suspender por huelga las clases de casi un millón de estudiantes, pese al patente esfuerzo del gobierno y la sociedad entera para mejorar sus condiciones laborales.
La continua interrupción escolar perjudica a los más pobres y es un método de lucha que jamás ha funcionado. ¡Tremenda vaina, maestros que no aprenden!