Crónica de una muerte anunciada

Crónica de una muerte anunciada

Crónica de una muerte anunciada

J. Osiris Mota

En la obra de Gabriel García Márquez, del título, todo el pueblo sabía que los hermanos Vicario iban a matar a Santiago Nasar, porque la hermana Ángela había sido devuelta la misma noche de la boda por su marido Bayardo San Román, porque la joven no era virgen.

Esta le confesó a su madre que el autor de la pérdida de su tesoro, lo había sido el joven rico de la comunidad, quien efectivamente fue acuchillado en la puerta de su casa por no llevar consigo la llave de abrir la puerta, cuando era perseguido por los hermanos, que lo alcanzaron allí cuando vociferaba a la criada que le abriera la puerta, pero nadie le escuchó.

Hago esta similitud con la muerte de la joven Leslie Rosario (y de muchos no favorecidos por la publicidad) a mano de un perturbado joven policía, que disparó contra el vehículo que la joven conducía, acompañada de su hija menor, alegando que lo había atropellado y no se detuvo; cosa que pasa con mucha frecuencia, sobre todo con las mujeres, y en circunstancias tan deplorables como en un barrio y en la oscuridad de la noche sin alumbrados.

¿Por qué digo que es una crónica anunciada? Pues muy simple: 1ero., Tenemos más de 2 millones de motores en nuestras calles, la mayoría sin identificación, conducidos por jóvenes que no respetan las más mínimas reglas de tránsito y que se han convertido en turbas, cometiendo incluso el 80 % de los delitos sobre ruedas debido a su fácil escapar del lugar de los hechos, sin el temor a castigo por sus fechorías sin consecuencias.

La orientación que reciben los conductores es que no se detengan cuando atropellan un motorista en cualquier barrio de cualquier ciudad, y acudan al cuartel más cercano de la Policía para evitar ser agredidos de mala manera o estafados por los cómplices en que se convierten los vecinos y los motoristas en una convivencia natural que se da en estos conglomerados sociales.

En cuanto a la acción del policía, vamos a descartar que fuera un atraco que salió mal, ¿pero si el policía no estaba en servicio, por qué quitarse el uniforme y no el arma de reglamento? ¿Cuáles son las instrucciones que tienen cuando no están en servicio? ¿están reglamentadas estas condiciones? Ya que la institución no tiene tiempo para instruirlos adecuadamente, porque siempre necesitan policías y son pocos los jóvenes preparados que quieran serlo, por lo que deben ser más rígidos exigiéndoles cumplir la ley.

Pero algo más grave es el hecho de que son tan repetidas las inconductas de los policías, que han perdido la autoridad, y ésta comienzan a no tenerlas desde los altos mandos con sus propios subalternos, que se refleja también en el comportamiento con la población, la cual no confía en sus autoridades, que se convierte en un círculo vicioso que se hace cada vez más profundo o ancho y peligroso.

Pero ni el presidente ni el jefe de la Policía tienen responsabilidad de los hechos, Pero si toda la clase política que no ha tenido la fuerza de voluntad de hacer la profilaxis, que necesariamente es cambiar por completo el cuerpo policial y las leyes de seguridad ciudadana en su conjunto, que conlleva también regular el desorden y el caos de los motoristas sin identificación sin reglas ni castigo.



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