República Dominicana, único país fronterizo que puede ser afectado por alguna situación de convulsión política en Haití en comparación a los Estados Unidos y otros actores internacionales, mantiene hasta ahora un mutismo total sobre la crisis que se llevó al primer ministro Laurent Lamothe, pese a las buenas relaciones que este construyó con altos funcionarios de la administración Medina.
En cambio, por primera vez empresarios de los dos países, a través de la Cumbre Quisqueya (CQ), co-presidida por Marc AntoineAcra (haitiano de origen libanés) y Juan Vicini (dominicano de origen italiano), se pronuncian sobre la vida política haitiana.
En un documento publicado por medios haitianos, dichos dirigentes empresariales ofrecen su “apoyo incondicional a las instituciones haitianas”. Descalifican a la Comisión Consultiva creada por el presidente Michel Martelly, y se pronunciaron en contra de la recomendada renuncia de Lamothe.
Para avalar su posición y preocupaciones respecto a la estabilidad política haitiana subrayan que las empresas miembros de la CQ controlan el 60% de la economía insular. Del lado dominicano se sabe que controlan el 80% de las exportaciones hacia el país vecino.
Sintomático de la primera reunión de la CQ en Miami de agosto 2013, la nota referida no ha concitado la unanimidad entre los actores económicos. Su posición es totalmente contraria a las del Foro Económico Haitiano del Sector Privado (FESP) y la Asociación Turística Haitiana (ATH), dos importantes grupos patronales que apoyan, con sus reservas, las recomendaciones de la Comisión Consultiva.
Para muchos, la salida de Lamothe preocupa a algunos operadores económicos por los planes de negocios que se elaboraban. Pudiera ser lamentable que un espacio de entendimiento empresarial binacional sea afectado por el sectarismo financiero y el favoritismo político haitiano.
De manera general, hasta ahora, las repercusiones de la actual crisis interna haitiana para República Dominicana son irrelevantes. Salvo que ofrece a unos cuantos la ocasión de reforzar su discurso antihaitiano, lo cual, como siempre, no concuerda con la realidad. Cabe señalar que en momentos más complejos, incluso durante el embargo de 1994 o el terremoto de 2010, los intercambios comerciales se mantuvieron o se amplificaron.
Asimismo, la experiencia indica que no habrá estampida de inmigrantes ni refugiados por las manifestaciones callejeras actuales. En raras ocasiones, los desplazamientos de personas se han producido debido a fuertes enfrentamientos entre grupos armados y la persecución de civiles opositores como consecuencia del establecimiento de un régimen represivo.
No es el caso hasta ahora, pese a las víctimas que se han registrado en las últimas protestas, lo cual por demás no debe quedar impune.
El nuevo Primer Ministro, que se espera sea designado en los próximos días, tendrá que dedicar tiempo a manejar la crisis interna. Esa será su prioridad, de tal manera que le será difícil mantener su papel de jefe por la parte haitiana del dialogo bilateral (RD-Haití) de alto nivel.
Si se quiere avanzar en el fortalecimiento de los lazos binacionales será necesario, por una parte, que el Primer Ministro delegue en el canciller la responsabilidad de dirigir junto a su homólogo dominicano las sesiones de trabajo oficiales. Así también se nivelará el liderazgo de ese espacio bilateral.
Por otra parte, ambos gobiernos deberían acordar que se permita a los responsables de la Comisión Mixta Bilateral (CMB) tener mayores latitudes y un papel más protagónico en el seguimiento de las decisiones políticas, como también en la ejecución de los acuerdos.
Los trabajos, en el plano técnico de la comisión, no deberían ser afectados por los cambios políticos en Haití o República Dominicana.
Se espera que las fuerzas haitianas en pugna logren un acuerdo que permita el establecimiento pronto de un nuevo gobierno dispuesto a seguir fortaleciendo la cooperación binacional.
Es del interés dominicano, gobierno, sociedad civil y empresariado, incidir inteligentemente para ello.