Recuerdo que me atrajo la construcción del PLD por los años 1973, el encanto de los sueños y la cadencia que imprimía Juan Bosch a la formación de un partido desde cero, con un buen plan diseñado para irlo creando paso a paso, desde los mismos sentimientos y bondades de los jóvenes que queríamos cambios por una nación más inclusiva con libertad, donde no importaban las condiciones sociales, porque todos nos parecíamos y las propuestas eran tan simples y claras como llenar una vaso de agua, que era potable desde la fuente hasta la pluma.
Así crecimos una buena camada de políticos del pasado, por el tiempo, porque tal vez para muchos, las ideas, los valores y nuestros proyectos inspirado por el maestro nunca se hicieron ni se harán viejos, porque como el tiempo, no cambian, solo las estaciones lo hacen ver diferente. Unimos los mejores de nuestros barrios, nos sentamos a leer los folletos que nos llevaron al entendimiento de la historia, para no repetir los errores de los líderes ya muertos, que lucharon por una nación libre, y otros que vivos seguían haciendo camino a su manera.
Fuimos sin desvelo, cada semana, a nuestros círculos de estudios, con la esperanza cada vez más firme de que la unión hacía la fuerza, con la pasión de caminar al fuego de la liberación creando conciencia ciudadana a través de las enseñanzas de nuestros líderes, con un diseño de un programa educativo que nos hacía entender el valor del análisis de la historia, la unidad, la formación de los equipos y su fortaleza en la unidad de criterio que debíamos unificar en cada encuentro programado con una efectividad de reloj suizo 52 veces por año.
Nunca sentí que llegar a pies o en bicicleta podía hacer la diferencia, dije, éramos iguales, porque era tanta la solidaridad, que lo poco que teníamos era mucho para repartir, y unidos emprendíamos las tareas difíciles, riesgosas en ocasiones, pero todos nos sentíamos con la obligación de integrarnos, para ser parte de la lucha y los éxitos que paso a paso íbamos logrando en la conciencia de nuestra gente humilde, que se organizaba y organizaba su familia, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, etc.
Aprendimos a elaborar nuestros programas de trabajos mensuales, a evaluar y hacer planes, estudiando nuestras debilidades, fortalezas, oportunidades y amenazas.
Aprendimos la importancia de la disciplina y la organización, y también la gran importancia de los métodos de trabajo.
Y todo esto unificado con criterio, con transparencia, logramos formar el Partido de la Liberación Dominicana, un legado de Juan Bosch y todos los que construyeron el partido para la liberación, no podemos permitir que los intereses mezquinos hoy estén por encima del interés general y nos impidan seguir construyendo la nación que soñaron nuestros Padres de la Patria.
Se puede perder el empleo, se pueden perder los bienes materiales, podemos perder el gobierno, todo es pasajero, pero no podemos dejar morir en la iniquidad, en la ambición de unos cuantos, en su afán de poder irracional sin propósitos, el legado que Juan Bosch dejó al pueblo dominicano: “Servir al partido para servir al pueblo”.