La frecuencia de crisis bancaria, desde la década de los setenta hasta la actualidad, han sido múltiples y de origen muy similar que los diferentes países transiten por situaciones desagradables y con alto costos fiscales.
Pero es que estos fenómenos de crisis tienen explicaciones multifactoriales que, generalmente, son ocasionados por un ambiente complicado de situaciones microeconómicos y macroeconómicos, de origen endógenos, así como exógenos, que se expresan tanto en los países de economía emergente como en países desarrollados, tal como es el caso de la crisis 2007-2012 y el derrumbe del emblemático Silicon Valley Bank en el presente 2023 en USA.
Los fenómenos de crisis bancarias ponen de manifiesto el grado de fragilidad con que operan los numerosos sistemas financieros frente a los grandiosos capitales especulativos que se desplazan y que se expresan con operaciones financieras en los diferentes mercados a escala global, acompañados de una complejidad de instrumentos financieros, induciendo a un alto grado de volatilidad en los mercados de capitales que provocan que estos operen con riesgos muy elevados, fruto de que el tamaño de las operaciones ejecutadas, acarrean consigo la presencia de los riesgos sistémicos y el riesgo de contagio.
A la Luz de la razón, hay que precisar que cuando hablamos del riesgo sistémico se hace referencia al peligro de desmoronamiento que corre el sistema de pagos en su totalidad, como resultado del efecto que en cascada se puede generar por la incapacidad, o insolvencia financiera del conjunto de entidades bancarias al incumplir con sus obligaciones interbancarias. Por su lado, respecto al riesgo de contagio este hace referencia a los potenciales impactos que pudieran desprenderse de una crisis bancaria, de origen local o extranjera, y que perturba al sistema financiero de un país.
En ambos casos, se presenta la pérdida del control de riesgos por parte de las entidades de intermediación financiera y de los supervisores, como consecuencia de la incapacidad, de ambos para mitigar la exposición al riesgo de las entidades bancarias.
Lo más turbulento de una crisis bancaria son los efectos negativos significativos que se produce en el desempeño del sector real de la economía. En efecto, la primera víctima es el encogimiento del crédito el cual entorpece el buen dinamismo del mercado financiero e impacta en las tasas de interés, perturbando a los diversos sectores y agentes económicos, así como el riesgo a que se exponen los depositantes. En adición, están la desvalorización de la moneda y la espiral inflacionaria que, en lo inmediato, conduce a un colapso bancario y que arrastra de manera incontrolable a una caída en la actividad económica, alterando así la capacidad de pago de la deuda de las personas físicas y jurídicas.
Una reflexión sensata, al respecto, viene del profesor Frederic S. Mishkin, en su texto “moneda, banca y mercados financieros”, al sostener que en “los comienzos de una crisis financiera suelen caracterizarse por la confluencia de tres factores: un incremento de la morosidad y de la cartera de créditos incobrables, un aumento de los tipos de interés reales y un aumento de la volatilidad de los precios de los activos”.
Pero resulta que esta situación tiende a profundizarse en la medida que en el entorno económico entra en una etapa de inestabilidad, la cual evidencia que las autoridades pierden el control total del problema ya que es en tal ambiente que se observa que estas, generalmente, son incapaces de neutralizar la creciente vulnerabilidad al que se expone el sector financiero, como resultado de que no se sancionan y corrigen a tiempo las prácticas, como la concentración crediticia y la excesiva toma de riesgos y que los bancos incurren como expresión de una mala administración de su cartera, tal como fue el caso de Silicon Valley Bank.
Por lo general, las resoluciones, o salvataje, de crisis bancarias sugieren las intervenciones y posteriormente se procede con liquidar o hacerle aportaciones de capital a la entidad colapsada para evitar un mayor detrimento de la misma y mitigar el efecto contagio dentro del sistema financiero.
Por igual, una vez que la autoridad interviene un banco, puede tomar la decisión de fusionarlo con un banco sano, cuyo atractivo está en función de limpiar la cartera y venderlo con un bajo nivel de cartera vencida.
Pues ya se sabe que muchas veces la cartera es también consecuencia de malas prácticas e incluso fraudulentas que no son frenadas ni sancionadas oportunamente por los supervisores, pues los bancos no se cierran, se solucionan con un continuador jurídico, o banco puente, de eminente prestigio.
Todo parece indicar que el colapso del Silicon Valley Bank demuestra que en EE: UU no se aprendió la lección de la gran crisis financiera del 2008. Esto lo evidencia el hecho de que tres entidades bancarias se derrumbaron.