Por sus terribles consecuencias, sigue siendo de gran preocupación internacional la criminalidad organizada. El crimen organizado pone en ascuas y atormenta a las más poderosas economías del mundo.
Frente a la creciente y peligrosa delincuencia económica y de cuello blanco, las legislaciones nacionales han estado compelidas a adecuarse, pues realmente la criminalidad organizada es el origen de una gran espiral de crímenes que nada tienen de “económico”, pero la inversa no se cumple: el crimen económico es siempre organizado.
Tanto es así que la criminalidad económica es considerada como tipo o ejemplar de la criminalidad organizada (Dómine).
Pero este fenómeno no se detiene en criminalidad puramente económica. Desborda sus límites y se extiende a todo tipo de tráfico: de armas, seres humanos, órganos, dinero, drogas prohibidas, mercancías, piedras preciosas y de influencias, entre tantos tipos de negocios ilícitos (Moisés Naim).
Se trata de criminalidad de gran calado que permea diversas instituciones estatales, haciendo nacer, en algunos casos, el Estado paralelo, que pone al servicio del crimen el Estado formal. Se afirma siempre que funcionarios, integrantes del sistema judicial, policías y miembros de los cuerpos de seguridad y defensa, fronteriza, marítima, aérea y terrestre, han estado vinculados a tales hechos, con la corrupción como eje transversal.
Es una manifestación de la existencia de esquemas mafiosos, poniéndose en juego bienes jurídicos como el orden e institucionalidad democráticos, el sistema bancario, el orden económico y la estabilidad del mercado, la administración de justicia y la seguridad.
Se trata de grupos estructurados de tres o más personas que existen durante cierto tiempo y que actúan concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a dicha convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material (Convención de Palermo, definición asimilada por nuestra Ley 155-17, de Lavado de Activos).
En nuestro país estos grupos operan, muchas veces, en nuestras caras y mientras el monstruo criminal crece, el Estado se puede ver disminuido.
Pero hay esperanzas, ya que vemos ahora claras manifestaciones de un compromiso más vigoroso contra los grupos criminales organizados, en sus diversas manifestaciones. El reto es la continuidad, profundidad, extensión y calidad -objetividad, legalidad y no excesos- en las investigaciones para garantizar la legitimidad de los procesos.