Parecería, en países más civilizados, una horrorosa ficción la muerte a macanazos de un joven cuando estaba detenido por la Policía en un destacamento del sector de Naco, en pleno centro de Santo Domingo.
El homicidio, certificado por el Ministerio de Salud Pública, fue por severos golpes mortales a la cabeza de David de los Santos, nueva víctima de las barbaridades que se permiten algunos criminales vestidos de gris, acostumbrados a la impunidad.
Estos trogloditas continúan matando y delinquiendo porque escapan a su responsabilidad escudados en la red de complicidades que corroe a la Policía. Peor todavía, frecuentemente tras su crimen sigue otro, el asesinato mediático del carácter de la víctima, a quien se difama como si bastase esa descalificación –muchas veces inventada— para justificar lo injustificable.
A juzgar por el empeño del presidente Abinader por reformar la Policía, los fiscales e investigadores sabrán honrar la promesa de que estas acciones, enraizadas en una larga tradición de impunidad, tendrán sus merecidas consecuencias. La ley, drásticamente aplicada, acabará la pertinaz brutalidad policial.