Crear, no dañar

Crear, no dañar

Crear, no dañar

Altagracia Suriel

El Génesis nos recuerda que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Esta hechura sustentada en el molde divino nos convierte también en seres creativos e innovadores.

El mandato del Señor de dominar la tierra nos faculta para buscar soluciones a problemas que enfrentamos a partir de la inteligencia y la capacidad racional con que nos ha dotado el Creador.

En su Encíclica Laudato Si “Alabado seas” el papa Francisco nos recuerda que “la tierra es un don de Dios para nosotros, lleno de belleza y maravilla donde los frutos de la tierra pertenecen a todos”. Una cosa es crear, disfrutar y dominar la tierra y otra es destruirla.

El ser humano se ha convertido en un depredador asesino para el planeta.
El cambio climático es el signo más visible de la explotación del planeta. La venganza de la tierra se sigue evidenciando en temperaturas extremas, inundaciones, ciclones, terremotos de gran intensidad, migraciones forzosas y sufrimiento para todos, especialmente para los más pobres.

Hasta el Covi-19 se asocia al cambio climático según los científicos. La Science of the Total Environment plantea que “las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero –causantes del calentamiento global y posterior cambio climático– durante el último siglo han hecho del sur de China un punto clave de acceso para los coronavirus transmitidos por murciélagos al impulsar el crecimiento del hábitat forestal favorecido por estos animales”.

Pese a que la naturaleza se defiende de todas formas del daño causado, la conciencia medioambiental sigue siendo la gran tarea pendiente de la humanidad. No podemos destruir para vivir, tenemos que existir protegiendo todo lo que nos da vida. El ingenio humano no puede seguir siendo la espada de Damocles que penda sobre nuestra cabeza como un peligro inminente.

La necesidad y el bienestar humano siempre inspirarán la creatividad, pero la inteligencia divorciada de la ética de la vida y la interdependencia con el entorno nos llevan al fracaso colectivo. La innovación tiene que orientarse a soluciones sostenibles que permitan mejorar las vidas de las personas sin tener que hipotecar el futuro de las generaciones venideras.



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