La situación del país me angustia. La delincuencia, corrupción e impunidad se están institucionalizando. Los padres de familia honestos buscan mecanismos para educar sus hijos por el camino del bien, pero la tarea se dificulta con tantas fuentes de aprendizaje negativas.
Las peores están a la vista de todos, en las altas esferas, donde manejan los recursos del pueblo sin regirse por valores éticos. Suelen burlarse de los que abogan por adecentar la sociedad y sacar las lacras del escenario.
¿Cómo combatir los males sociales? Con la nación podrida, no es cuestión de cambiar el Director de la Policía. Requiere de una reingeniería estructural.
Deben involucrar todos los sectores: familias, iglesias, partidos políticos, el Poder Ejecutivo, Legislativo, Judicial, etc. Lamentablemente, algunos son parte del problema.
Los antivalores se multiplican, donde están ausentes los valores éticos por falta de educación y concientización del pueblo; del descaro que exhiben los que se apoderan del dinero del pueblo, bajo la mirada cómplice o indiferente de la justicia; por aquellos capaces de cambiar la paz espiritual, justicia, libertad, por poder y riquezas materiales; donde el poder judicial actúa con criterios personales, no normativos, protegiendo poderosos de alto nivel.
A esos poderosos, a veces los detienen e interrogan, pero “les guiñan el ojo” para que sepan que es cuestión de simulación y paciencia.
Saldrán a disfrutar de sus riquezas, volverán al poder y ellos, supuestos guardianes de la justicia, recibirán parte del pastel. ¡Qué asco!
El presidente Balaguer retrató su gobierno: ”la corrupción se detiene en la puerta de mi despacho”; mientras Bosch abogaba por combatir “tutumpotes” que hundían los “hijos de machepa”.
Para acabar esa desigualdad formó el PRD, pero vislumbró lo que es hoy y fundó el PLD. “No habrá un peledeísta que se haga rico con los fondos públicos”, aseguró. Sus discípulos repetían con fervor sus principios, hasta que llegaron al poder. ¡Bosch nunca imaginó lo que sucedería! Y nosotros, el pueblo, tampoco. ¡Cuánta frustración!
Durante los doce años del gobierno de Leonel Fernández la corrupción de alto nivel fue institucionalizada y blindada. Los depredadores se convirtieron en intocables, en “tutumpotes”.
Adquirieron mansiones, jeepetas, apartamentos lujosos y buscando prestigio se acercaban a millonarios tradicionales.
Todo adquirido “administrándoles” los bienes al pueblo y “conceptualizando” para anestesiarlo. Hoy, no quieren cerca los “hijos de machepa”, pues les recuerdan una etapa superada.
Leonel no ayudó los pobres. Los mantuvo en la miseria e ignorancia, con dádivas, para asegurar votos. No se acercó a ellos ni siquiera con “visitas sorpresa”. Se concentró en agarrar el PLD; en hacer crecer la Funglode; en el PEME, “paga o pela”, para calmar delincuentes barriales; en apoyar proyectos de Odebrecht, Sun Land, Harley Davidson, Tucano, etc.; en formar ricos y blindarlos; en viajar para coquetear por posiciones internacionales.
De la dirección de organismos del Estado han surgido millonarios que hoy no pueden explicar su fortuna. Para evadir la justicia les seleccionaron de antemano miembros del Poder Judicial que les garantizaran la impunidad.
Me preocupan los jóvenes. Observando esas acciones, aprenden de corrupción, los deforman.
Necesitamos introducir en los escenarios líderes honestos, parámetros ejemplares, que piensen en la nación. ¡Me duelen tantos abusos! ¡Estoy hastiada de ver abofetear infelices y pisotear la dignidad!
La “marcha verde” es una esperanza de eliminar los antivalores que rigen la nación. Transita sobre un camino de lecciones positivas. Son fuerzas unidas, clamando justicia y adecentar la sociedad.
Ojalá sus mensajes penetren en la juventud y sus huellas queden en el alma del pueblo. Ojalá el gigante de la corrupción ¡nunca la arrope!