Rafael Correa , después de mas de 10 años de gobierno autoritario, dejó la presidencia de Ecuador sin perder su estilo desafiante y soberbio y reforzando con hechos su condición de acérrimo enemigo de la libertad de expresión.
Según informa la Fundación Andina para la Observación y Estudios de Medios ( Fundamedios) “un día antes de entregar su mandato Correa remitió a la Asamblea Nacional un nuevo proyecto de ley para regular los contenidos difundidos en redes sociales y sancionar a las empresas proveedoras “con multas de de hasta 375 mil dólares”.
Esta denominada “Ley que regula los actos de odio y discriminación en redes sociales e Interne” (qué menos, los autoritarismos no escatiman al momento de titular sus engendros) fue enviada al legislativo el pasado 23 de mayo.
Tiene por objeto regular a las “empresas proveedoras de servicios que funcionan a través de comunicaciones telemáticas, plataformas de Internet que permitan a los usuarios compartir contenido con otros, o difundirlo públicamente; y que alcancen a los cien mil usuarios registrados de la República del Ecuador”.
Incluye todos los mecanismos para “perseguir” y acotar a estas empresas, que estarán a merced de los “usuarios” (léase los “correístas” y los miembros de los grupos de choque del expresidente).
Esta norma, sumada a la Ley Mordaza – casi sin parangón- que impuso Correa, cierra todas las posibilidades a los ecuatorianos de acceder a un mínimo de información, a tener por lo menos una idea de todo lo que pasa.
Parece que en materia de control y manipulación de la prensa y de la información, Correa le deja el paquete bien atado a su delfín, heredero o correligionario (no sé como llamarlo) Lenín Moreno. En realidad es a él al que “deja bien atado”.
Con el correísmo al mando del legislativo, los “grupos” correístas activos y amenazantes, y agobiado por una economía en baja y con dificultades cada vez mayores (también parte de la herencia), va a ser una dura tarea la que espera a Moreno.
Sería injusto y aventurado especular o hacer pronósticos sobre lo que hará Moreno, que, por cierto, no tiene ni cerca el liderazgo de Correa.
Ahora, el arrastre de Correa es fuerte sí, pero que no crea que es una coraza eterna como lo prueban los caso de Lula o Cristina Kirchner, por citar dos ejemplos bien notorios.
También como ellos Correa de antemano prometió volver a la actividad política como una forma de defensa ante eventuales “ investigaciones” sobre su gestión.
Correa igual se siente muy fuerte y provoca: en su última cadena sabatina (cientos de horas y horas durante semanas y semanas y años y años tratando de adoctrinar a los ecuatorianos) rompió un diario, como ya lo había hecho en casi una decena de “cadenas” anteriores (otros quemaban libros). Se mantuvo en su línea y llamó corruptos a los medios y sinvergüenzas a los periodistas.
El saliente mandamás de Ecuador sabe que, lamentablemente, nunca se juzga a los dictadores o gobernantes por atentar contra la libertad de expresión, por censurar, por acabar con la libertad de prensa . Si a él lo juzgaran por ello, le darían perpetua.
Pero hay una triste realidad: la primera y custodio de todas las libertades en la menos protegida.
Aún así que no se equivoque Correa. Quizás no lo investiguen ni lo juzguen ni lo condenen por sus ataques a la libertad de prensa y al derecho a la información de los ciudadanos, pero es posible sí que se comiencen a “destapar” algunas cosas; esto es, todas aquellas que el pretendió tapar con su “ ley mordaza”, con su persecución a las organizaciones de la sociedad civil o con su regulación a las redes sociales.
Ni en su régimen de mano dura Correa pudo someter a los medios, a los periodistas, a los activistas civiles ecuatorianos, todo lo cual hace prever que a Moreno le va a ser mucho mas difícil.
Es cuestión de esperar.
Durante una de sus últimas apariciones publicas, desbordante de arrogancia, alguien advirtió, dijo o murmuró : “no te vayas a caer, Bocazas”.
Y nadie está libre. Correa tampoco.
Como dice el tango: “ toda carta tiene contra y toda contra se da”.