Hace poco me dijeron que muchos de los problemas que acarreamos es cuando no logramos equilibrar lo que sentimos con lo que pensamos. Me pareció un argumento muy lógico realmente, pero luego pensé que queda muy bien sobre el papel, al momento de la verdad lograrlo es todo un reto.
La mente, aquello que pasa por nuestra cabeza está influido por lo que sentimos, no hay forma de separarlo. Igual al revés. El conflicto comienza cuando no somos sinceros con nosotros mismos, entonces nuestra cabeza comienza a buscar razones, excusas, pensamientos que controlen lo que estamos sintiendo, pero por mucho que lo hagamos el corazón sigue luchando fuerte por mantener esos sentimientos. Y en esa lucha titánica es cuando nos perdemos, cuando nos sentimos en un bucle de ansiedad, cuando no encontramos respuestas y cada día es una batalla.
Entonces, encontrar el equilibrio es muy fácil de palabra, de hecho conlleva todo un proceso de autorreflexión que en este mundo acelerado no nos está permitido. Hay que seguir para adelante, siempre, y eso es lo que queda grabado en la mente, y esta trata por todos los medios de controlar tus decisiones, tus acciones, mientras el corazón observa y trata de que se le permita intervenir. Pero la razón suele ganar.
No tengo la solución mágica, pero sí tengo claro que no permitir que aquello que sientes salga, se manifieste, exista al final solo te lleva a vivir en un continuo desasosiego. Hay momentos en lo que hay que apagar el cerebro y dejar que tus sentimientos tomen el control, otras al revés. Pero siempre con el autoconocimiento y sobre todo el convencimiento de que lo que hagas sea porque es lo que te hace feliz. El equilibrio real está ahí: la felicidad y al final solo tú puedes lograrlo.