“Y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichoso,
y lo somos quizás burlando así a la muerte,
¿No es la felicidad lo que trasciende?…»
Gabriel Celaya.
(Poema. Momentos Felices)
In Memoriam: Paloma Haro Ibars.
Aquello era una algarabía literal. El Palacio de los Deportes un solo coro de voces, con el tiempo, el Sabinismo entre lo lírico y lo no correcto desde el punto de vista del nihilismo con anhelos, había ganado en República Dominicana adeptos, adeptas, que procede, en una alianzas de clases, hecha a espaldas de las circunstancias sociales locales.
Quizás, el mejor arte aún puede cautivar y pasar barreras insospechadas.
Todo eso pensaba, mientras el público diverso hacía de coro Nostrum Ad Vitam, al cantante de Úbeda, todo esto sin llegar a los cerros (*)…
Entre luces e imágenes brillantes todo pasaría como un flash, que te despiertas y descubres un público anestesiado, entre pausas y pausas, es como si el propio cantante no parara y cada voz individual del público variopinto, de voces genéricas, siguieran ensayando hasta esperar, que Joaquín Sabina, lujos de guitarras y sombreros, identidades y música figuradas, apareciera de nuevo, la única voz que faltaba a todo el coro Nostrum Ad Vitam, de la noche, toda.
He perdido el hábito de ver gentes felices de modo masivo, allí los vi. Ojalá fuera más frecuente…
Aprovechaban aquel momento con la alegría energética y alargaban el momento: todos juntos felices con el epicentro Sabina (10. Escala sismológica de Richter) Era el gozo lúdico del tempo nocturno añorado.
Arrobados en el jubilo, lo presentido vendría posterior e inmediato: acudir al canto de su motete monocorde, como aquel Libérame Domine, aburrimiento insular de historia detenida, ¿Quizás en lo peor ?..
Una vez terminado el concierto : oscuridad esperpéntica obliga, ay Don Ramón de Valle-Inclan…
Mientras tanto, pequeña tribu humana concentrada, borracha de contento, saludos de regio alborozo, porque era un santo y seña, allí y en ese lugar, barruntaban ya la memoria y el recuerdo de aquel 14 de Marzo, mientras Joaquín Sabina, lo negaba todo, ellos nunca negarían nada, pero absolutamente nada…
Joaquín lo negaba todo, no era un decir, metáfora que no ocultaba los pensamientos internos, luego algunos conversados.
Había terminado el concierto, lo juro: pudo no haber terminado nunca, en el aire un gustazo colectivo de catarsis y no importa mañana, estaban preparados para dormir, abrazados a los ecos de aquellos sonidos…Porque hay catarsis anti-griega, sin tintes trágicos, simple purificación vía voz y música.
El Mar apenas oscuro, desde la lejana vista de un balcón Sheratoniano…
Entre luces del puerto y estrellas perdidas, los ojos apenas alcanzaban a mirar la bruma y el horizonte nocturnal, mientras el yodo rebelde y travieso, penetraba el balcón elegido para dialogar: estábamos en espacio nocturnal del mar.
Era una conversación prometida. Extraña. Apurada. Evocamos personas, situaciones inesperadas: me confiesa haber tocado para Francis Caamaño, el líder de abril, en Londres la canción Guantanamera. No le conocía, luego de Caracoles – 1973 – lo había identificado. Lo contaba con vivas luces en los ojos, grato era el recuerdo.
Eso había acaecido en el Bar Costa verde, en su tiempo de Londres (Inglaterra1970-1977).
Cruzó Paloma Haro de nuevo, zumbando con su sobretodo crema, bajo la llovizna madrileña de una noche.
Abierto, generoso, adulador de su público dominicano, de quien hablaba con entusiasmo, me confundí: no sabía quién era fans de quien, si el público de él o él del público. Añoraba el retorno, no sin el asombro ante Haití y su tragedia, las posiciones dominicanas y toda aquella problemática, ya dialogada con creces en 1984.
Cruzamos por Mario Vargas Llosa, de rigor La muerte del Chivo, su novela.
Mi observación melancólica sobre una Piedra de Toque dedicada al poeta Carl Sandburg, cuando el novelista visitó su casa en Nueva Inglaterra, EE. UU.
Admitió vivaz, que no se perdía ninguna Piedra de Toque, nombre de la columna de Mario Vargas Llosa en el periódico El País, de España. Insistí, fue injusto con Sandburg, prometí enviar mi artículo sobre el mismo tema.
Silencio. Entre copa y copa, el personal sabinero hacia sus arreglos y ajustes.
(Firmas de autógrafos obligaba, casi llegábamos al final)
Con la prudencia propia del invitado, le insistía en que si quería terminar, que me avisara. Alborotado, con bríos nuevos me atajaba, «que va, que va».
De repente me espeta: «Esa mujer que vez ahí, me ha salvado la vida»…
Ausente de toda alusión posible, ella continuaba con sus trajines.
Aquella afirmación era universal, muchas veces anónima, en el afecto in extremis que endereza noches oscuras de melancolía absoluta, Jimena Coronado, se movía en su espacio y junto Berry (**) desde el otro lado del balcón, ultimaba detalles, pero seguíamos bajo la lumbre espléndida sus pupilas.
Casi en la despedida, sin negar el viejo poema de Celaya, aquel que dice que la Poesía es un arma cargada de futuro, La Habana fue un suspiro largo con recio aroma de yerba buena…
En el abrazo fraterno, dejamos para otra cita la gran pregunta universal para los utópicos empedernidos como él: ¿Qué hizo el siglo XX con las grandes ilusione sociales de millones de condenados de la tierra?..
Súbito, el inquieto espíritu de Frantz Fanon, nos había salpicado el alma, desde la mar…
(CFE).
(*) Expresión peninsular del castellano, para decir que alguien se ido lejos en un análisis alejado del tema: «Te has ido por los cerros de Úbeda».
(**) » Por favor, Berry con B de burro «, que obviamente no era su caso. Manager de Joan Manuel Serrat, no sé si sigue siéndolo. Ex duo Dinámico y con Sabina desde 1999.
Jose Emilio Navarro, tuvo la gentileza de coordinar aquel encuentro, buena voluntad y temple, no faltó: es el mismo Berry, gracias.