Toda comunidad, para serlo, requiere determinados niveles de cohesión social, alrededor del cual se constituye. Falto de cohesión en el colectivo, somos ficción. Faltos de amor y lealtades a los logros y proyectos compartidos, nada somos.
Bertrand Russell, en “Cohesión social y Gobierno”, dice: “Los gobiernos desde que empezaron a existir, desempeñaron dos funciones, una negativa y otra positiva. La función negativa ha consistido en evitar la violencia ejercida por los particulares, proteger la vida y la propiedad; establecer las leyes penales y ponerlas en vigor. El fin positivo consiste en facilitar la realización de las aspiraciones que se estiman comunes a la gran mayoría de los ciudadanos”.
Todo lo anterior, la gobernabilidad deseada; la seguridad; la confiabilidad en las autoridades; el Estado de derecho; el desarrollo económico y social; la justicia; la paz social y política; y otras metas, serán posibles si sin confundirnos ningún día ganamos la lucha diaria que perdemos contra la corrupción, considerada de hecho en la agenda del país, como cuestión marginal y asunto secundario.
Habiéndose deliberadamente desacreditado para descalificarla con tal denominación, sugiero que a partir de ahora la llamemos como lo que es: lucha contra el crimen organizado; concentrando al país en ella, tanto como la educación; nuestra política exterior; amenazada por ella, la aalud; u otra emergencia pública; armándonos de los medios legales y logísticos que existen.
Profilácticamente lo primero es separar a la población del crimen en el que se involucra por su ignorancia, envilecimiento, o por sus carencias; así como por sus gratuitos beneficios; la falta de sanción penal y social; y por los disfrutes de los que gozan. De no hacerlo estaremos sacrificándonos, para que el crimen organizado nos herede. ¿Es justo?
La Constitución de la República que nos proponemos ser, en su artículo 146, Proscripción de la Corrupción, dispone: “se condena toda forma de corrupción en los órganos del Estado.
En consecuencia: acápites 1-; 2-; 3-; 4-; 5-; (leer)”.
Con la laxitud habitual, el legislador no consideró, que la corrupción como germen base del crimen organizado actúa dentro y fuera del Estado con los mismos métodos, medios, e impunidad, como un Estado parásito dentro del legítimo sufragado por sus víctimas, más de una vez.
En una vieja conceptualización se decía que no hay respecto sin miedo, lo que rechazamos como retroceso. El respeto es sin miedo. Es convicción; sacralidad de los derechos ajenos; es civilidad; cosas a enseñar como lo que hacemos con “Quisqueya Aprende Contigo”.
Con lo anterior no negamos la potencia en de la acción a emprender contra el crimen que promueve la inversión de valores y la disolución social del país, organizados dentro de los propios ministerios civiles y armados, gobernaciones y municipio procreando una economía informal con la que nadie puede competir por sus orígenes y por quienes son los sospechosos de poseerlo. Razones por lo que hay que definir la legitimidad y la autoridad, lo que está bien y lo que no lo está.
Las mafias calabresas y sicilianas igual que el crimen de otras partes, luchan por infiltrar el dominio público. Las locales les aventajan, preestablecido en él, ante de cualquier cambio de gobierno, como una maquinaria ajena, que suma al cohecho a los necesarios de la nueva administración.
A su poder se le teme; pero, ¿por qué?
Si él Estado legítimo elude encararse a ese poder, o sí parcialmente se hace parte del mismo, ¿qué puede esperarse que haga la población en sus urgencias? Si las clases dirigentes, políticas y económicas contemporizan y dan coberturas de distinta naturaleza y escala, a los testaferros del crimen, ¿qué pensar o esperar del ciudadano común?
Todo no está podrido, pero esto hiede.
La percepción pública olfatea y acusa – Yo acuso. Bloqueado en todos mis caminos y bajo de peligros. El Laissez Faire – Laissez Passer del crimen que se organiza, debe terminar. Ayer el Ing. Farías Cabral; hoy el Arq. David Rodriguez; en la Oisoe. ¿Solos? ¿Solo Allí?.
La hidra tiene muchas cabezas, su instinto de hiena es el que las multiplica, tras cada corte. Hay que desentrañarla, misión del propio Presidente y de la Procuraduría General de la República, talvez con asesoría internacional. El cohecho avanza.
Evitemos que dentro de 4 años más un impotente y avergonzado Danilo, termine desmoralizado como don Antonio Guzmán. Respondámosles empáticamente a la nación, con él dando el ejemplo.