Las semanas pasadas la Iglesia católica dio una señal contundente de su preocupación por enfrentar un mal que ha creado su peor crisis después de la reforma protestante: la pedofilia y el abuso infantil.
En el encuentro sobre la “Protección de los menores en la Iglesia”, celebrado en el Vaticano del 21 al 24 de febrero, el papa Francisco encaró el problema señalando que “la inhumanidad del fenómeno a escala mundial es todavía más grave y más escandalosa en la Iglesia, porque contrasta con su autoridad moral y su credibilidad ética”.
Frente al delito del abuso infantil, el papa Francisco recordó la alerta de Jesús en el trato con los niños: “Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!” (Mt 18,6-7).
Mostrando gran preocupación, el papa habló de tolerancia cero frente al abuso de menores, proponiendo acciones que valen, no solo para la Iglesia, sino para todos los ámbitos donde se cometen estos abominables hechos. Estas medidas, entre otras, son las siguientes:
1. Protección de los niños:
El enfoque de protección debe orientarse a la prevención del abuso, en priorizar a las víctimas, combatiendo el mal desde el daño causado, no desde el encubrimiento o la actitud defensiva, que es lo que muchas veces prevalece en este tipo de situaciones.
2. Denuncia:
En vez de callar el delito o encubrirlo, hay que denunciarlo para asegurar justicia y evitar una impunidad que puede, no sólo revictimizar a los afectados, sino propagar el abuso y ensañarse con más inocentes.
3. Abuso en el mundo digital:
Aplicar todas las medidas necesarias para limitar los sitios de Internet que amenazan la dignidad humana, en especial la de los niños. En ese sentido, el papa alerta a la vigilancia continua frente a la pornografía infantil, recordando que “el delito no goza del derecho a la libertad”.