David Alvarez
Entre el siglo XVII y XVIII en Europa se inició el proceso de liquidación de la Monarquía y la construcción de Repúblicas. Ha sido un proceso lento y complejo, tanto que todavía muchos de los modelos políticos republicanos siguen encandilados por el concepto de poder y el boato de las monarquías.
La República se fundamenta en la igualdad de todos y el derechos de todos a alcanzar la felicidad material y espiritual posible.
Quienes son escogidos para gobernar tienen como única tarea procurar el bienestar de todos, especialmente de los que nacen con menos posibilidades para alcanzar la dignidad humana.
No son reyes, ni seres especiales, sólo empleados de la sociedad para favorecer el desarrollo equitativo.
Es perverso que muchos de los que acceden al poder político en una República usen el poder o los dineros públicos para enriquecerse o ascender en su ubicación de clase social.
Más grave es que aquellos que son descubiertos robando desde el Estado no sean sometidos a la justicia y condenados, ya que destruye la integridad moral que debe tener todo funcionario público.
La esencia de una República no es su bandera o su himno o cualquier otra expresión de nacionalismo.
La naturaleza de una República es el bienestar de todos los habitantes de su influencia, a mayor miseria o pobreza, menos República.
En el caso dominicano hay signos graves de corrupción de la vida republicana, tanto por la impunidad de quienes han robado recursos públicos, como la xenofobia estúpida que se predica.
