La construcción de una mayoría electoral que posibilita que una determinada oferta electoral se imponga en unas votaciones no opera siempre sobre la base de un consenso mayoritario, sino de una suma de asentimientos e identidades como también de resistencias, rechazos y oposiciones a otras ofertas electorales.
Una parte de los electores vota por una opción, no porque acepte o se identifique con lo que esta ofrece, sino porque rechaza otras opciones o se resiste a determinados proyectos políticos.
Más complejo es fraguar una mayoría positiva, la que se identifica con una gestión gubernamental, porque en ese caso se trata de generar consensos para construir una “mayoría positiva”: un consentimiento mayoritario que ya no descansa en oponerse a algo, sino en reconocer las bondades de una determinada gestión de gobierno.
Hay, sin duda, consensos manufacturados que son más evidentes en los modelos neo autoritarios, aquellos en que un aparato de propaganda gubernamental impone una verdad oficial única, que no se relaciona con las disidencias y discrepancias, que no dialoga desde el reconocimiento de interlocutores con los cuales hay diferencias, pero reconociendo la legitimidad de tales disonancias y la validez de las agendas parciales que son expresadas a través de relaciones de conflicto y tensión.
La administración del presidente Danilo Medina ha logrado, mediante el diálogo y el reconocimiento de interlocutores sociales, de agendas de otros agentes y actores de la sociedad, construir una mayoría positiva que se identifica con los rasgos más distintivos de la actual gestión.
La coyuntura política dominicana está atravesando por una transición que exigirá nuevas formas de interlocución: en gran parte, esta transición y los signos de las nuevas formas que tomará la política, son un resultado atribuible a esta administración.