Nuestro virtuoso Félix María Delmonte, a quien “le faltaba del aquel” según Santana, decía: “¡ay de los pueblos que no conservan el recuerdo de sus grandes hombres!”. Décadas después Santayana, el filósofo español, sentenció que los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo.
Ambas frases premonitorias sobre la mezquina amnesia de historiadores y políticos las recuerdo cada día de la Constitución por el imposible e inclemente olvido del constituyente Buenaventura Báez.
Representó a Azua en Puerto Príncipe en 1843 reclamando al racista gobierno de Haití reconocer derechos a blancos y extranjeros.
Tras la separación de febrero de 1844, fue autor del reglamento interno de nuestra primera asamblea constituyente en San Cristóbal. Propuso la inamovilidad e inmunidad parlamentaria para los representantes por sus opiniones.
Dirigió el rechazo al primer empréstito foráneo, lesivamente oneroso.
Encabezó las protestas infecundas contra el infame artículo 210, calificándolo valientemente como la primera puñalada a la institucionalidad democrática dominicana.
Otros constituyentes como Valencia o Bobadilla puede que hayan sido igualmente relevantes, pero ninguno más que Báez.