Recientemente, con ocasión de los señalamientos de que sería inconstitucional la propuesta de impedir que los motoristas transporten pasajeros después de las once de la noche, hubo quienes se quejaron de un presunto “constitucionalismo fundamentalista” detrás del cual las personas quieren esconderse “para vivir sin límites y sin observancia de ninguna norma”.
Aunque lo citado salió en un medio, no lo atribuyen claramente al funcionario competente, por lo que no hay forma de saber si esta opinión es suya o del medio.
Pero lo importante no es identificar la fuente, sino comprobar cómo esa idea es incompatible con la democracia constitucional por la que los dominicanos luchan desde hace décadas. En primer lugar, es una contradicción afirmar que los dominicanos se esconden tras la Constitución para vivir sin normas. Esto por el hecho, obvio e indiscutible, de que la Constitución es una norma.
Lo más probable es que al autor de la idea no le agraden los derechos que establece la Carta Magna, pero eso es otra cosa, y un problema particular, no del resto de los dominicanos.
En segundo lugar, la Constitución sí establece límites. Pero a todos, incluyendo al Estado. Quienes reclaman derechos hacen precisamente eso: reivindicar los límites que la Constitución impone al poder público. Históricamente, los que se han rebelado con mayor frecuencia contra las constituciones son los Estados que no han querido reconocer los derechos de los ciudadanos.
De ahí que enarbolar la Constitución en defensa de los derechos y de los límites al poder público no es un despropósito. Todo lo contrario, es el cumplimiento de la promesa de la Ilustración y sus revoluciones, que han servido de faro a las luchas por las libertades desde hace algo más de tres siglos.
No nos sobra constitucionalismo, nos hace falta. Y eso no es un asunto de izquierdas ni derechas, puesto que sin constitución no hay libertades políticas, derechos sociales ni una estructura institucional que permita sostener una economía de mercado.
Es el marco de convivencia que nos permite desarrollarnos de manera civilizada, democrática y estable. Ojalá cada día más se reclame su cumplimiento.