Las aspiraciones de la sociedad dominicana sobre el camino a recorrer en el presente y los años por venir bien se pueden sintetizar en las palabras que titulan nuestra colaboración de esta primera semana del mes de agosto.
Tras el trauma del que apenas nos recuperamos del ascendiente y ejecutorias del peledeísmo y el perredeísmo en sus peores manifestaciones, el ejercicio del presidente Abinader no sólo ha significado un freno brusco de las peores tendencias sociales y políticas, sino que ha permitido esclarecer el horizonte y que adoptemos el camino que más se aproxima a las aspiraciones de las mayorías nacionales.
Tras el ajusticiamiento y liquidación de la dictadura trujillista con contadas excepciones los dominicanos fueron traumatizados por las equívocas ejecutorias oficiales cuya reducción se percibe con claridad tras el ascenso al poder del presidente Abinader.
Las instituciones se recuperan y resultan notables los afanes de orientarlas hacia el propósito de que cumplan los urgentes programas pendientes al tiempo que se hacen esfuerzos irreductibles por encarrilar el país hacia metas que no se fundamenten en el azar o las coyunturas sino en programas y necesidades permanentes e irreductibles.
En este orden, los cuatro años del actual presidente han venido a significar un avance considerable en la consolidación institucional del país.
No obstante, la herencia de dificultades e inconvenientes, reales y creados por las administraciones previas, han representado un limitante de considerables proporciones hacia estos fines.
El período transcurrido puede visualizarse como un freno brusco de las tendencias depredadoras y disociadoras que han caracterizado el ejercicio político y administrativo del país tras la desaparición de la dictadura de treinta años de Rafael Trujillo.
El imperativo es consolidar esa tendencia y seguir avanzando en el camino del progreso, la estabilidad y la institucionalidad. Es lo que muchos esperamos de estos próximos cuatro años de administración del presidente Abinader.
Al referirnos al avance, hablamos no sólo de consolidar las instituciones, como el caso del Ministerio Público y sus loables afanes por castigar el delito de peculado, sino a los logros imprescindibles para seguir el camino de la cristalización y continuidad del progreso y dejar definitivamente atrás un camino plagado de inconductas e irracionalidades.
Considero esencial no sólo vigorizar los trabajos de la delimitación fronteriza con Haití en todos los sentidos, sino que es importante una clara delimitación en la que los dominicanos asuman la responsabilidad de edificar con sus propias manos y esfuerzos la patria con la que soñó Juan Pablo Duarte.
En este orden considero fundamental la repatriación masiva e indeclinable de haitianos y preservar los puestos de trabajo en beneficio de los dominicanos. Lo mismo es válido para la escolaridad y los servicios hospitalarios del Estado.
Además de blindar la frontera, es preciso combatir de la manera más vigorosa posible el crimen y el delito. No podemos soslayar el hecho de que el irrespeto a la ley y la delincuencia desaforada encontraron, en gobiernos pasados, un caldo de cultivo perfecto para desarrollarse.
Es loable el esfuerzo realizado por las actuales autoridades para ponerle freno. Sólo que resulta imperativo extender estas ejecutorias hasta que no quede un sólo rincón del territorio dominicano donde la justicia y la autoridad no hagan sentir su presencia.
Es preciso adelantar iniciativas encaminadas a disminuir el costo de la vida, incrementar la seguridad ciudadana, enfrentar de manera vigorosa el caos en el transporte. Es imprescindible enfrentar todas aquellas situaciones que le hacen la vida más difícil al ciudadano.
El progreso debe seguir. Las instituciones deben ser fortalecidas. Es imprescindible crear en todos los órdenes de la vida ciudadana una situación de paz y sosiego que hagan posible satisfacer las necesidades colectivas.