Aprovechando la asistencia de unos 1600 mediadores en la ciudad de Buenos Aires (CABA), Argentina; pregunte a decenas de sus asistentes, si como personas mediadoras habrían sostenidos algunas diferencias con su par. La mayoría de estos participantes, sostenían la tesis que plantee en la primera columna Conflictos y Mediaciones; el conflicto es de humano y como tal era para todas las personas.
Algunos y algunas, comentaban tras hacerles esa pregunta, que existían muchas razones para que el conflicto surgiera. Uno de ellos, el tiempo que comparten en la oficina, también el ego entre ellos (quien maneja más casos, quien llega a mayores acuerdos, quien tiene más estudios, quien maneja mejores estrategias, quien posee habilidades para lograr que las partes en su evaluación lo valoren como él o la mejor, etc.) y otras más que no comparto porque la entiendo innecesaria es este espacio.
Con ese número de detalles, entendí más claro, que el conflicto no tiene amigo a nadie. Nadie puede decir que no tiene conflicto. Absolutamente nadie. Aun nosotros y nosotras que ejercemos esta hermosa función, nos atrincheramos en una posición que desde mi punto de vista la veo intransigente y mal fundado, como dice los profesionales del derecho.
Comprendo si, que las personas somos seres imperfectos y como tal erramos. Lo que no llego a entender es lo que me han expresado las personas mediadoras consultados. Me dijeron que conocen compañeros y compañeras enemigos a muerte. Que no ha existido la posibilidad de conversar ni entre ellos ni con tercero. Pero Dios mío. Donde se encuentra la paz interior de cada mediador de la que habla Lederac.
Creo que una mediadora mejicana, de Salta, chilena, de Paraguay (que me perdonen, no recuerdo bien la nacionalidad), me comento que conoció a una colega de su provincia que mejor prefirió renunciar que amistarse con un compañero mediador. Cuando la abordaron, solo les dijo que no se rebaja con esa persona. Le dijo, que si hablaba con esa persona quedaría muda con el tiempo. Eso no es aprender del dialogo, mejor dicho, anti diálogo.
Las personas mediadoras jugamos el rol de pacificadores, de dialogadores, de manejadores de la palabra, de tolerantes, de saber escuchar, de ser solidario, de ser amistoso, de ser empático, de ser abiertos a la diversidad, etcétera, etcétera.
Pero de todo modo, somos personas. Como tales tenemos defectos, pero los mismos son corregibles. Podemos aprender a perdonar, a buscar ayuda con colegas o si no nos parece, podríamos acudir a una persona especialista en conducta. O simplemente actuar como niño o niña, hablarle al otro/a, perder la vergüenza y sobre todo buscar la paz interior que todo ser humano requiere para mantener su salud y espíritu de ser humano.