El concierto final de la temporada de nuestra orquesta sinfónica incluía la Sinfonía número 2 en Do menor, conocida como ‘Resurrección’, del compositor y director austriaco Gustav Mahler.
En sus cincuenta y un años de vida, el artista vivió periodos de angustia frente al conocimiento de la inevitabilidad de la muerte. Este tormento aparece reflejado en sus obras, en las que integró la palabra y la voz humana.
Habiendo conocido a través del disco y del internet esta sinfonía de larga duración que requiere de masa coral y orquestación numerosos, esperé la noche de su presentación con cierto grado de ansiedad.
Pero el día anterior recibí la noticia de que por razones atendibles la sinfonía sería reemplazada por un programa titulado Navidad Sinfónica, conformado mayoritariamente por música alusiva a la natividad del redentor Jesucristo.
El espectáculo incluía la combinación como solistas de la flautista Alaima González y el oboísta Dejan Kulenovic, con la interpretación del Dúo Brillante de la ópera Guillermo Tell, de Rossini, y de Handel The arrival of the Queens of Sheba.
La actuación de ambos fue espectacular, hasta el grado de que los nutridos aplausos del soberano los llevaron a ejecutar otra pieza musical.
En el variado programa participaron Niní Cáffaro y la soprano Paola González, cada uno interpretando canciones de su repertorio, y realizando un acoplado dúo en el bolero “Por amor”, de la inspiración de Rafael Solano.
El Coro Nacional secundó a nuestra máxima institución musical, sobre todo en el “Aleluya,” de la obra “El Mesías”, de Handel.
Pocas veces he visto al maestro José Antonio Molina trazar con tanto entusiasmo la ruta melódica, como el pasado miércoles, homenajeado por el cielo con emocionadas lágrimas de lluvia.