El paleontólogo y antropólogo Eduald Carbonell afirma que el homo sapiens no es más que un mono inteligente. Que lo único que nos convertirá en auténticamente humanos y nos permitirá construir una sociedad sostenible es la conciencia crítica.
Sin conciencia crítica no somos más que animales en una jungla luchando por la vida, la supervivencia, los placeres inmediatos y el poder territorial o material.
El filósofo Stuart Mill nos alertó de ese trágico estatus cuando afirmó: “no me entusiasma el ideal de vida que nos presentan aquellos que creen que el estado normal del hombre es luchar sin fin para salir de apuros, que esa refriega en la que todos pisan, se dan codazos y se aplastan, típica de la sociedad actual, sea el destino más deseable de la humanidad”.
La conciencia crítica es el conocimiento de sí mismos, del otro y el entorno, la autorreflexión y el discernimiento ético entre lo que es bueno o daña al ser humano y al ambiente.
La famosa frase «Conócete a ti mismo», inscrita en el templo de Apolo, y sobre la cual teorizaron Heráclito, Pitágoras, Tales de Mileto, Sócrates, y otros tantos, sigue siendo el primer peldaño en la escalera de la humanidad.
La base del autoconocimiento es la comprensión del valor del ser humano como fin en sí mismo y no como medio. La instrumentalización degrada, pervierte y adormece la conciencia.
La instrumentalización humana es la manipulación ideológica y política, el poner la ciencia y la tecnología al servicio de los poderosos y el privilegiar la codicia frente al bien común provocando desigualdad social, pobreza y violencia.
Seremos puros salvajes mientras sigamos presenciando con indolencia e hipocresía la vergüenza del hambre, la miseria y la injusticia. No seremos humanos mientras sigamos provocándonos sufrimientos y dolores unos a otros y convirtiendo el planeta en un infierno inhabitable para las generaciones futuras.
Crear conciencia de humanidad implica rescatar la dignidad humana, construir la felicidad individual sin pisotear la del prójimo, materializar la justicia social, manifestar la bondad de forma perdurable y ser responsables, no solo de nosotros mismos y de nuestros hijos sino de toda la sociedad.