Conciencia y compromiso vitales con un mejor país

Conciencia y compromiso vitales con un mejor país

Conciencia y compromiso vitales con un mejor país

El abogado y escritor, Carlos Salcedo. Fuente externa

Aunque nuestro sistema locomotor permita el movimiento de nuestro cuerpo, fallecemos si vivimos sin propósito, pues sin este la vida carece de sentido.

Morimos tantas veces que deberíamos vivir; estamos muertos cuando aplazamos el encuentro y abrazos con nuestros amores, amigos y familiares.

Perecemos cuando rodamos el viaje y cuando prometemos leer mañana el libro que hemos apartado.
Expiramos cuando ignoramos la naturaleza y los animales, tan esplendorosos que nos hacen recordar que compartimos con ellos la vida.

Sucumbimos si prometemos comer mañana balanceada y saludablemente; si juramos decir un te quiero o te amo a nuestras parejas e hijos.

Perdemos la vida si aseguramos ejercitarnos la próxima semana.
Pasamos a “mejor vida” si afirmamos que pronto seremos solidarios y amorosos con nuestros seres queridos.
Morimos cada vez que dejamos que nuestro pueblo y nuestro país estén pronto en manos inadecuadas y cuando no hacemos hoy lo mejor para los demás y nuestra patria.

Despreciamos la vida cuando desairamos ahora a los necesitados, los discriminados, enfermos o en prisión.
Caemos cuando somos indiferentes a la política, la educación, la salud, la economía y la cultura, factores determinantes del desarrollo del país.

Se nos acaban nuestras vidas cuando no nos importa la calidad del desarrollo humano, ni la brecha de género a lo largo del ciclo vital, ni el empoderamiento de la mujer.

Nos vamos de este mundo cuando hacemos mutis frente a los retos de la sostenibilidad ambiental y socioeconómica.
Concluyen nuestras vidas cuando no nos preocupan la inseguridad ciudadana, la esperanza de vida, las tasas de alfabetización, la matriculación estudiantil, la asistencia y la repitencia escolar.

Clausura nuestro ciclo vital si hacemos oídos sordos a los bajos ingresos, las bajas tasas de ocupación, el desempleo y la informalidad.

Finalizan nuestras vidas cuando desdeñamos la opacidad, la corrupción, la impunidad y la irresponsabilidad de nuestros mandatarios.

Caducan nuestras vidas cuando las elecciones y las grandes decisiones del país no mueven nuestra participación.
Se marca nuestro final cuando somos insensibles, indolentes y apáticos ante la falta de bienestar general, fundamentalmente de los sectores marginados y discriminados.

Vivir es un privilegio, desdeñarlo es un vilipendio al Sumo Hacedor o a aquello que hizo posible que estemos reconociendo que aún no nos ha llegado la muerte, tan irremediable que nos obliga a no postergar una vida con propósitos personales y colectivos.